Las dos derrotas consecutivas cosechadas por el Decano (la última, especialmente dolorosa), nos dejaron a todos una sensación bastante extraña. El inmediato subidón cosechado tras la llegada de López (Ángel) comenzó a poner en el sitio adecuado la apuesta del otro López (Juanma), maquillando la etapa de tinieblas del poco ubicado -y también poco afortunado- Casquero.

Recordarán que el estreno de Ángel llegó en un momento de máxima urgencia: el Recre tocaba el descenso y los más de diez mil que acuden al santuario albiazul cada dos semanas no aguantaban más decepciones; y todo ello con los jugadores a los pies de los caballos tras las palabras del recién destituido míster (el entrenador saliente tuvo razón en más de una frase de las que dijo; lo que es más discutible es si ésas debían haber salido de las paredes del vestuario). Estos, los futbolistas, resurgieron el día clave frente al Mérida mostrando una intensidad y una garra no vistas hasta la fecha. Dieron bocados por cada balón hasta cuando lo tenía el árbitro en sus manos. Nadie fue más fuerte al choque ni a los balones divididos que ellos. Ese duelo se ganó y se ganó bien, pero creo que no me equivoco demasiado si digo que lo que más valoró el pueblo de ese triunfo fue cómo se logró el mismo.

Ahora llega el líder con muchos puntos de distancia (hace bien poco lo teníamos a tiro de piedra) y me da que o este equipo recupera esa versión dada ante el Mérida, ésa que dejó muy claro desde el minuto uno quién debe imponer y mandar en nuestra casa, o todo será mucho más complicado. El Cartagena no es el cuadro extremeño, evidentemente, pero siempre he pensado que, en el Colombino, hasta el campeón de la Intertoto debería sentir la experiencia de saltar al césped como una visita al dentista, que diría el gran Caparrós. No se me ocurre mejor manera de recobrar la ilusión de luchar por estar arriba que recuperando esas sensaciones. Y tampoco se me ocurre mejor regalo de Reyes para todos que se solucione, de una santa vez, lo de Hacienda. La paciencia aquí es infinita, sí, pero me cuesta creer que también sea inagotable la de Soledad García. Y como ella la pierda sí que estamos perdidos.

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