La trayectoria alcista del Recreativo con dos meses sin perder (cinco victorias y dos empates) deja una autoestima en el equipo que cree en lo que hace inmerso en una dinámica positiva en todos los apartados del fútbol. Salmerón y sus jugadores esperan encantados e henchidos de gozo cada partido porque las buenas sensaciones garantizan la confianza para hacer frente a los rivales más fuertes y directos. Y es que se ha pasado de sobrevivir con vértigo y con miedo las tres últimas temporadas, ahora se suma los puntos de viva complacencia de vislumbrar que hay opciones de cimentar una base de ilusión.

El modo de pensar de Salmerón lidera la configuración mental de un colectivo cohesionado relanzado y que se expresa en el campo radiante y feliz por lo que desarrolla, acorde a las exigencias del pico y pala de la constancia y disciplina propìos del pozo de la Segunda B, donde las dosis de fútbol no es lo destacable como el principal aliciente del menú base, pero sí prevalece el manifiesto de la aplicación de una doctrina de sacrificio. Salmerón regresa a La Condomina pugnando por el mismo objetivo del UCAM Murcia estando en el cuadro de honor del rival universitario como santo y seña tras dirigir el histórico ascenso a Segunda División en 2016

El Recreativo es una referencia por su fuerza e imagen que sugiere y compite con la línea descrita por el Cartagena entre final de 2018 y el arranque de 2019 ante la bajada notable de tensión de un Melilla que parecía fugado. El pulso entre los más fiables provoca un estado de ánimo de excitación que también hay que gestionar, aunque se prefiere este voltaje de presión de fluidos que transmiten el interior del vestuario y la acción y efecto con el entorno porque es una apetencia que se incuba desde el descenso. Máxima dificultad, pero espera un premio gordo. El Recreativo ha visto la luz y un hueco para trepar a una gran altura.