Análisis

Juanma G. Anes

De Málaga a Granada... y lo que de verdad importa

Sí, desespera que, después de 300 ocasiones claras de marcar -sin exagerar-, perdonemos 297 de ellas. Sí, es para tirarse de los pelos el haber gozado de no sé cuántos encuentros en casa para cerrar la permanencia y que, otra vez, nos juguemos el pescuezo lejos del calor de los nuestros y de la brisa de la ría. No, no es justo que, tras la angustiosa temporada pasada, el recreativismo esté pasando otro calvario similar. El curso empezó torcido por el tuercebotas, a su cómplice le salió bien la jugada de torpedear todo lo que pudo y las soluciones de palacio van tan lentas que empieza a acongojar mucho la cuenta atrás. Pero esto es lo que hay: tres semanas de apretar los dientes (si se rompen, que se rompan) y, por supuesto, exigir la solución de lo otro.

Porque creo que podemos -y debemos- tener la escopeta cargada de exigencia ante el Ayuntamiento, que es quien debe aliviar el desaguisado administrativo como propietario que es y porque el alcalde ha asegurado, por activa y por pasiva, que no contemplaba otra cosa que no fuera que el Recreativo siguiera vivo en julio "en cualquier escenario", esto es, incluso con un batacazo deportivo por medio que esperemos que no llegue jamás. Que esas palabras no tengan el mismo efecto que las de otro edil cuando dijo lo de "si lo de Hacienda no se arregla este mes, que me metan en la cárcel". Sería para… (completen ustedes la frase, gracias).

Hace once años la afición del Decano vivió uno de sus momentos más felices con aquel inolvidable desplazamiento a Málaga. Más de 7.000 albiazules (que se dice pronto) disfrutamos en La Rosaleda con dos espectaculares goles de Uche (el segundo, messiniano) y con un triunfo que nos ponía mirando a Primera. No conviene olvidar que para llegar ahí, a lo más alto, tuvimos que pasar también antes muchos años en el infierno. Ahora es Granada la ciudad que espera otro día clave en la historia recreativista. De nada sirve ya el lamento -el mío tampoco- de lo que pudo ser y no fue; quizás sea mejor valorar la fe del equipo plasmada en los últimos goles salvadores de Miguelito, Núñez, Cornejo o Domínguez. Sin ellos, hoy estaríamos muertos en vida… Y nos tiene que quedar mucha vida por delante.

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