Si fuera por los puristas puede que el hombre aún no hubiese salido de su cueva. La tendencia al conservadurismo nos habría obligado a permanecer ahí dentro de por vida. Nada de emplear el fuego para alumbrarnos o hacer de comer. Todo habría permanecido inmutable porque el proceder de la vida ha de ser como se estableció en su origen. Aunque quizás, aquellos que promueven lo estático se habrían permitido tomarse algunas licencias. Puede que la insistencia de los rebeldes, de aquellos que transgreden las normas, siempre haya sido mucho más fuerte que el aferramiento a lo establecido, a esa norma prescriptiva que nos dice que lo que se sale de ella está mal, muy mal.

El cambio, que en griego significa crisis, no es más que una vuelta de tuerca. Un pequeño giro, el desvío en una rotonda. Algo que nos lleva a plantearnos diversas formas de proceder ante un mismo hecho. Y, claro, observar las cosas desde otro prisma y dar respuestas nuevas a eternas preguntas siempre resulta maravillosamente enriquecedor.

Suele ser común entre la gente joven moverse bajo esa premisa. Romper con lo establecido y demostrarle al mundo que sí, que todos los caminos llevaban a Roma pero que era necesario transitarlos todos para poder demostrarlo. Por eso, la juventud siempre ha sido sinónimo de cambio, de evolución y de transgresión. Esa irrefrenable pasión y la marcada vehemencia con la que abanderan sus discursos siempre ha traído de cabeza al más puro de los puristas. De ahí que criticar el nuevo proceder de según qué cosas se convierta en la principal cruzada de aquellos que lo quieren todo como siempre ha sido. Aunque a veces se producen alteraciones y el purista se sube al carro de la vanguardia.

Todo lo quiere nuevo porque lo nuevo funciona. O así lo cree. De no haber creído nunca en el cambio se convierte en su principal valedor. Un lobo con piel de cordero que no sabe a dónde se dirige porque su pasión y vehemencia son completamente impostadas. Y, cuando el cambio no sigue su natural transcurso es capaz de devolver a la cueva incluso al que luchó contra Goliat para hacer valer sus nuevas ideas en un mundo de trogloditas. Porque el cambio a marchas forzadas significa que todo vale y no todo es válido cuando se habla de progreso.

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