No podría compararse con las series juveniles y de instituto de décadas posteriores, ni con Gossip Girl ni con FoQ, que ahora presenta su reencuentro de talluditos; ni con Élite ni El desorden que dejas. Predecesora suave de The O.C., hermana pequeña obediente de los de Sensación de vivir, prima hermana de Hannah Montana, Lizzie McGuire luce aún como una serie de blancura de Ariel, con las pulsiones coloreadas de unos preadolescentes de sitcom. Se puede ver en Disney + y el doblaje que tenemos en español es el de los países hispanoamericanos. En principio se veía en las mañanas de Antena 3, cuando los canales generalistas aún tenían ventanas generacionales y de ahí pasó a Neox (junto a Zoey, que era del canal Nickelodeon) y a Disney Channel, junto a otros referentes infantiles de la desconcertada Generación Z.

La plataforma propuso a la actriz que daba vida a aquella estudiante sonriente con fragmentos animados, Hilary Duff, que llevara a la crisis de los 30 a su personaje, pero de inmediato a los creadores les salió un retrato crudo de la generación del precariado, avasallada por un consumo compulsivo y una interconexión hiperventilada. La secuela se ha quedado orillada porque Lizzie McGuire de mayor no parecía tener cabida en la familiar plataforma de Star Wars. Mientras que sin problemas se pueden hacer ficciones como churros de los rebeldes y el imperio, se convirtió en misión imposible dibujar realidades de nuestro tiempo a través de las vivencias adultas de Lizzie. Un reto crudo para un personaje de nata y frambuesa idealizado en la evocación de los veinteañeros. Disney + ha preferido renunciar a ella que maltratar a a la memoria.

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