El gran Núñez -por cierto, uno esperaba un poco más en su despedida; menos mal que la sentidísima y duradera ovación de la grada mitigó la extraña ausencia de algún otro gesto-, a veces, se pasaba de rosca y de revoluciones. Iba tan al límite desde el primer minuto del calentamiento que, en ocasiones, se veía a leguas que la cosa no iba a acabar bien (véase el desquiciante partido en casa frente al Cartagena del pasado curso). Otras, sin embargo, el 7 contagiaba al personal de tal manera que todos daban un pasito al frente más que necesario: si él se dejaba la vida por cada balón cómo no iba a hacer lo mismo el resto…

Este Recre de Salmerón no es una desdicha de virtuosismo (ni falta que hace) y creo honestamente que no se puede poner en duda, al menos en esto cinco partidos, el compromiso global, cosa que, tristemente, sí pasó la temporada anterior y que hasta fue reconocido en varias ocasiones por los tres inquilinos del banco, pero que el equipo no haya gozado aún de un partido de dominio más o menos completo -y que sí haya mostrado, en cambio, lagunas importantes en todos ellos- es una señal a tener en cuenta. Urge dejar de ser una máquina de perder balones absurdos tanto como urge seguir mimando al portero, sin el cual el domingo la derrota hubiera sido un pelín sonrojante.

En este arranque de liga el Decano se ha enfrentado a tres equipos de los considerados potentes y de los que la lógica dice que van a estar arriba; pues bien, a ninguno hemos podido hincarle el diente. No es que el Recre se encuentre en el abismo, claro que no, que para el alarmismo siempre hay tiempo, pero la tercera jornada consecutiva sin vencer hace que lo de Ibiza se convierta en el primer ejercicio necesario de muestra de personalidad más allá del resultado que se obtenga; lo de siempre: importa el qué pero también el cómo. Y uno tiembla porque, en la mayoría de las ocasiones, no nos ha salido muy bien el asunto cuando se ha tenido que coger un barquito o un avión para abandonar la península. Veremos de qué está hecha la Biodramina de este año para tratar de evitar los vértigos, esos malditos vértigos que vienen siendo, desde hace un lustro, el triste pan nuestro de cada día.

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