Si nos fijamos en la etimología del vocablo patrimonio, viene del latín, patri, padre, y monium, recibido, que significa "lo recibido por línea paterna" de generación en generación. En un sentido más amplio, es el conjunto de bienes pertenecientes a una persona física o institución.

En las hermandades existe un rico patrimonio que debemos respetar y preservar para poder transferir en los tiempos futuros a los hermanos. Si bien es verdad, que éste se puede ampliar, y que ojalá existan muchos mecenas que contribuyan a este menester, siempre hay que salvaguardar lo ya existente y seguir la línea marcada por la propia hermandad.

Son muchas las obras que se incluyen ya en el Catálogo General del Patrimonio Histórico, como las del imaginero y escultor Antonio León Ortega, evitando así intervenciones inseguras que hagan peligrar las imágenes y buscando siempre la protección ante cualquier actuación que pueda afectar o dañar la obra. Además, en toda hermandad debe existir un inventario donde se recojan y describan todos los bienes que posee, que deben ser catalogados uno por uno, como instrumentos para su historia o para investigación.

No obstante, no sólo es patrimonio el artístico, donde se incluyen imágenes o tallas de valor incalculable, pasos, insignias, piezas fundamentales de orfebrería, o bellos bordados. Hay que hacer hincapié en el patrimonio documental, que es un legado único que debe ser custodiado con todo el cariño y mimo que merece, siendo el conjunto de todos los documentos que se generan o reciben en cualquier época desde que se funda una hermandad, con el desarrollo de todas sus actividades, en cualquier forma de expresión, ya sea gráfica o soporte material, incluyendo cartelería, fotos, prensa, vídeos o marchas procesionales.

Es necesario, por tanto, la existencia de un archivo documental que permita hacer un recorrido histórico de todo lo acontecido en la vida de la hermandad. No es una tarea fácil, pues son muchos los documentos que han desaparecido, bien debido a las inclemencias o al paso del tiempo, y, sobre todo, a la extraña creencia de muchos de pensar que están mejor custodiados en sus domicilios, en los estantes o cajones, como si fueran de su propiedad, pasando a generaciones posteriores, dejando verdaderas lagunas documentales. Es fundamental su recuperación, pues son la historia viva de las hermandades, una fuente incalculable y un tesoro que no se debe menospreciar.

Para ello, debe existir un archivo histórico, que contenga la documentación desde los orígenes hasta una antigüedad superior a los cinco años, donde se recogen libros de actas, reglas, asiento de hermanos, escrituras, adquisiciones, libros de cuentas, boletines, correspondencia, balances, presupuestos, convenios…

Y también, un archivo de gestión con los documentos más recientes generados en el devenir diario, que irá pasando posteriormente al histórico. Así, los hermanos podrán tener acceso a los datos, hacer consultas para su información o investigación, siempre solicitándolo por escrito para evitar pérdidas.

Hay que tomar conciencia de la responsabilidad que tienen las juntas de gobierno de proteger el patrimonio que atesoran las cofradías, y no sólo por su valor económico, sino también por el histórico y cultural; deben dar garantías suficientes para su conservación, ya que hemos recibido un legado único que se debe preservar, para ser útil al presente y a los tiempos venideros.

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