Análisis

josé antonio vieira roldán

'Kit' de meteorólogo

Cuando escribía estas líneas, en Huelva hacía un calor impropio para estas fechas. El cielo estaba celeste y no corría ni una pizca de aire que mitigara ese calor sofocante. En una tertulia vespertina, escuché a un agorero pronosticar que esta bonanza en el tiempo significaba que llovería en Semana Santa. Vamos, para querer al tío ese… Lo cierto y verdad es que ya empiezan a pulular los visionarios de páginas web consultando esas aplicaciones, que son capaces de dar, con precisión suiza, el tiempo que hará en Semana Santa. Son visionarios, que no saben lo que son unas isobaras, pero que se atreven a explicar cómo se forma el anticiclón de las Azores, porque lo han visto en su móvil de última generación. Soy de esos cofrades que crecieron con las únicas referencias meteorológicas que nos ofrecían el Odiel y los partes del Telediario que nos daba Mariano Medina, delante de ese mapa de España en el que colocaba los adhesivos de los paraguas y de los soles. No me gustaba que instalaran un circo en Huelva en los días previos a la Semana Santa, porque día arriba día abajo, el mal tiempo estaba asegurado. Y es que la llegada de un circo a Huelva, era y sigue siendo sinónimo de borrasca. Desde entonces, cada vez que veo un anuncio del circo, con ese payaso de amplia sonrisa, me crea cierto rechazo. Soy de la generación de cofrades que creció sin internet y que disfrutaba viendo cómo mi gallo portugués, en los días previos de la Semana Santa cogía ese tonillo azulado que presagiaba, sin margen de error, la bonanza de los días santos. Tela, lo que yo quería a mi gallo. Una señal inequívoca de que el tiempo lluvioso se avecinaba; era el sonido del tren de Zafra o las sirenas de los barcos. Esos sonidos, que si para un poeta eran inspiradores de encendidas poesías, a los cofrades nos sonaban a rayos. El sonido del tren dibujaba en el ambiente un mal presagio para la Semana Santa y nos dejaba un tanto escamaos. Era el momento de rezar a la Virgen de las Cuevas, para que en vez de lluvia, como dice el soniquete, trajese el tiempo bueno. Algo que no se podía hacer, porque era una llamada ritualista a la lluvia como lo era limpiar los cristales de las ventanas o lavar el coche, después de meses sin lavarlo. Eso era anuncio de chaparrón seguro. Y no quiero decir nada, cuando veíamos revolotear sobre Huelva a una gaviota. En este caso, siempre estaba ése que te recordaba el refrán; gaviotas por los olivares, vendavales. Y escuchar a un abuelo quejarse de sus articulaciones era para ponerse nervioso.

Estas y otras más, eran las formas sencillas de predecir el tiempo, pues el protocolo de lluvia para las cofradías era muy fácil y sesudo; está lloviendo, pues no se sale. Aunque todos recordamos esas salidas extraordinarias por causa de la lluvia en Semana Santa; el Calvario saliendo un Miércoles Santo, Pasión en la Madrugá… Eran otros tiempos. Hoy nuestras cofradías cuentan con un protocolo de lluvia que bien usado, puede ser una herramienta útil y eficaz. Un protocolo que debe ser solidario con las que vienen de los barrios lejanos. Ahora se dice mucho, cuando una cofradía no sale, que ha demostrado madurez, pero realmente lo que ha demostrado es sensatez. La madurez va por otro camino. Se va acercando la Semana Santa y al igual que Stevie Wonder cantaba aquello de que si se bebía no se debía conducir, me permito parafrasearlo; "Si llueve, no salgas" y no es madurez, sino de sentido común.

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