Las imágenes se sucedían en la pantalla del televisor. El seleccionador de Inglaterra, Eddy Jones, pataleaba; el árbitro corría a marcar un line-out resoplando; Lawrence Dallaglio ponía algo de calma al asunto desde los micrófonos de la cadena Itv; y Connor O´shea, seleccionador azzurri, sonreía. La catedral del rugby mundial estaba presenciando un sacrilegio. La defensa italiana no quería contacto en el ruck, y por tanto el fuera de juego desaparecía en cada breakdown. Los ingleses trataban de asir a los de azul más cercanos al jugador placado, pero con eso no bastaba. "¡No hay ruck!" repetía una y otra vez el colegiado francés.

El ruck se forma cuando después de ser placado un jugador, jugadores de ambos equipos disputan el balón, que está en el suelo, empujando. Los pies del último jugador de cada equipo en el ruck marcan el fuera de juego para sus propios compañeros. No se puede invadir el terreno al otro lado hasta que el balón vuelva a estar en juego. Pero Italia no quería rucks, y se regalaba libertad para esperar el pase en terreno enemigo, cortocircuitando el juego de Inglaterra. No es la primera vez que se ve esta argucia en un partido de rugby, pero era Twickenham.

Eddy Jones salió enfadado a la rueda de prensa, argumentó que Italia había jugado de forma poco ética. "Si esto es rugby, me voy a retirar. Se debería devolver el dinero a los espectadores". Connor O´shea replicó: "¿Qué quieren, que seamos normales? No podemos serlo, somos Italia".

El rugby está para hacer las cosas diferentes y desafiar la mente de las personas. Y eso fue lo que hizo Italia, desafiar a las mentes inglesas. La respuesta a esta argucia es el "pick and go", golpear a la defensa sin pase de balón de manera vertical. Así los invasores se ven inútiles y obligados a disputar el ruck. Los ingleses ganaron en el último minuto pero demostraron falta de imaginación. Italia volvió a ser Italia.

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