De nuevo, la semana más deseada de todo el año para los cofrades, llegará de forma extraña. Después de ser notificado el decreto de nuestro obispo don Santiago el pasado 10 de febrero, no tendremos desfiles procesionales debido a las medidas sanitarias establecidas como consecuencia de la pandemia. Otro año más, no se establecerán horarios, ni recorridos, en papel marchito quedarán los itinerarios, las túnicas tendrán que esperar en los roperos, los costales se quedarán sin preparar, las bambalinas esperarán su mejor mecida, las petalás, ese toque de corneta, esa revirá, esa esquina, la bulla, el silencio… Todo espera.

Y el recuerdo, me lleva al jueves 12 de marzo del pasado año, a la parroquia de San Sebastián, celebrándose el triduo de la Hermandad de Los Estudiantes, donde todo quedó en suspenso, en recogida apresurada de cables y micrófonos de televisión, que ese concreto día estaban en el templo. Una sensación de miedo se apoderó de nosotros, de vacío, de miradas asustadas y despavoridas, preguntándonos qué está pasando. Una situación difícil de comprender, impensable en pleno siglo XXI, que ha cambiado nuestras vidas. De la globalización o mundialización, en un abrir y cerrar de ojos, se pasó al aislamiento del mundo, a cerrar fronteras. Un mal sueño del que aún hoy no hemos despertado.

Y, precisamente hoy jueves también, volvemos de nuevo a estar frente a la dulce mirada de la Virgen del Valle en el altar parroquial, bajo la Cruz del Santísimo Cristo de la Sangre. Todo vuelve, la fe nos levanta, la luz de sus ojos nos hace caminar hacia delante. Saber que todo sigue, que todo continúa, que podemos estar más cerca de ellos, aunque estén allí todo el año. Debemos ser optimistas, pues las hermandades saben de guerras, incendios, robos y se han ido sobreponiendo a todo tipo de dificultades y barreras a lo largo de los siglos, y deben reconvertirse. Siguen vivas, están llenas de esperanza. Por ello, continúan los cabildos de elecciones, los estrenos, proyectos, nuevos bordados, presentación de nuevos pasos de misterio, la entrega caritativa al más necesitado, y los sueños, que se harán realidad, como el anuncio de la Coronación Canónica de María Santísima de la Amargura. Ilusión y esperanza en estos tiempos que corren.

Este año no veremos tampoco la procesión infantil del Colegio María Inmaculada, pero al pasar por sus puertas, escucharemos su bullicio, y nos sentiremos como ese niño que fuimos, con inocencia, con esa mirada que todo lo abarca y que piensa que todo tiene solución, y nos contagiaremos de su inquietud, de su bondad y optimismo. Y también, al pasar por este lugar tan especial, percibiremos el crujir de las alpargatas de esparto de las Hermanas de la Cruz, que tanto están haciendo en estos tiempos que corren, sin perder su sonrisa, y todo por Amor.

Y es cuando tienen sentido nuestras devociones. Debemos ser un rayo de luz, empezar la Cuaresma con un corazón abierto, con una sonrisa, atentos al necesitado, al compromiso hacia los demás. Disfrutemos de cada instante que nos da la vida, sin perder el fin último. Que este acontecer de los tiempos, que hacen cambiar nuestras vidas, no nos hagan caer en banalidades, quedémonos con la dulce mirada de Nuestra Madre del Valle. Siempre nos quedará su ternura.

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