Análisis

Juanma G. Anes

Huelva ladradora y poco mordedora

En la cara sur del Nuevo Colombino sigue erguido ese armatoste de hormigón y cristal sobre el que no cesan las mismas cuestiones por parte de mucha gente: "¿qué es eso y qué hace ahí?". Obviando su diseño arquitectónico -bastante cortito, la verdad, aunque para gustos, los colores-, cada vez que lo ven mis ojos termino preguntándome lo mismo: ¿no se podría aprovechar ese inmueble para ubicar allí un gran Museo del Fútbol y del Decano, algo de lo que la tierra pionera del balompié nacional debería presumir por lo que este deporte supone dentro y fuera de nuestras fronteras?

Cuando nuestra provincia, nuestra ciudad y nuestro equipo reciben ataques barriobajeros ya sea por incultura geográfica -extendida hasta en instituciones cercanas-, o bien por apropiación indebida de la historia (eso da para otro libro), a todos, a mí el primero, se nos revuelve el estómago y nuestra sangre, repleta de tinta choquera, se pone a hervir hasta casi reventarnos la carótida para hacernos saltar como un resorte a defender lo nuestro. No es mala esa acción-reacción, señal de que estamos vivos, pero cada vez estoy más convencido de que poco nos roban (o nos intentan robar) para lo poco que ponemos en valor lo nuestro.

Miro a esas empresas fuertes que dan al mar y que tanto crecen cada año (así presumen de ello) y miro a las de Francisco Montenegro y me da pena y rabia que ni una sola de ellas, como tampoco ninguna administración pública (¡ninguna!), haya apostado jamás por apadrinar un proyecto así. Y tristeza da también que diecisiete años después de la inauguración del estadio albiazul éste siga sin lucir en su fachada ni una mísera alusión decente al decanato -de las cuatro frases puestas en su día mejor ni hablar-, ni presume de escudo originario, ni del tradicional, ni luce una gran bandera (¡no costaría tanto!) visible desde Punta Umbría y hasta en La Puebla de Guzmán que recuerde a todos dónde está la casa del Decano. Y, por cierto, ¿alguien duda de que esa extraordinaria singularidad llamada Carolina Marín no sería la embajadora por todo el mundo de un equipo de fútbol si hubiera nacido a escasos cien kilómetros de aquí? Después nos quejamos de que intenten pisotearnos. Cuánto queda por hacer. No pierdan ni un segundo más, por favor, que no nos sobran precisamente…

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