Análisis

José Antonio Vieira Roldán

Grupos

Los cristianos y cofrades debemos estar continuamente reciclándonos

Son muchos los estudios sociológicos que afirman que vivimos en una sociedad cada vez más individualista. Tan es así que en la actualidad, cada vez tenemos la percepción de que todos vivimos al margen de todos. Las hermandades también sufren esta problemática social. No obstante, y de forma paradójica, de un tiempo a esta parte se ha puesto de relieve la importancia de pertenecer a un grupo y contemplamos cómo se toma, cada vez con más fuerza, conciencia de pertenencia a esos grupos sociales. Hoy en día, cada vez se habla más de grupos jóvenes, grupos de capataces, grupos de priostes, y así un largo etcétera.

Son grupos dentro de las hermandades, cuyos miembros, a veces, tienen tan asumido su pertenencia a ellos, que casi olvidan, que lo más importante es tener interiorizado el sentido de pertenencia a la hermandad. Estos grupos, dentro de la hermandad a la que pertenecen, son pequeños reinos de taifas con un punto de hermetismo, que gozan de sus propias estructuras y que a través de los grupos de Whatsapp no precisan reunirse en las sedes de las hermandades y, a veces, ni verse para estar en contacto.

De todos estos grupos, los que más pueden preocupar son los de los jóvenes, pues ellos serán los que tomen el testigo en el gobierno de las hermandades. Los que bien me conocen saben que nunca he sido partidario de estos grupos de jóvenes. Siempre he defendido a los jóvenes integrados plenamente en las hermandades, ayudando y trabajando en las áreas en las que se sientan más cómodos y puedan aportar como cualquier hermano.

Todo lo que sea reunirse, crear vínculos de amistad es positivo, pero pienso que los jóvenes de nuestras hermandades, deberían demandar a sus dirigentes, a sus directores espirituales y a sus párrocos esas actividades, que cimenten una formación, que les ayuden a crecer tanto como cristianos como personas y, por supuesto, como futuros miembros de juntas de gobierno. En la actualidad contamos con la generación de jóvenes más preparada de la historia. Me niego a creer que una petalá o la presentación de un cartel colmen las aspiraciones de los jóvenes dentro de una hermandad.

En el pasado mes de octubre tuvo lugar el sínodo de los jóvenes. Han pasado seis meses y ni desde el Obispado de Huelva se ha hecho nada para dar a conocer el documento final, ni los jóvenes cofrades de Huelva se han preocupado de todo lo que en este sínodo, en el cual, participaron jóvenes, se ha tratado. En este sentido, en las juntas de gobierno y en los órganos cofrades donde se toman decisiones importantes, tampoco se ha hecho nada. Vivimos en una sociedad en la que cada vez se demanda más estar formado en todos los ámbitos de la vida.

Los cristianos y, por lo tanto, los cofrades debemos estar continuamente reciclándonos en nuestra formación cristiana. La formación es y será siempre uno de los caballos de batalla en las cofradías y en otros carismas de la Iglesia. Ya resulta hasta un poco manido y cansino el tema y nadie mueve ficha en este sentido, quizá porque todos estamos muy cómodos así; los cofrades, demandando esta formación, a veces con la boca chica, y los críticos, que probablemente necesiten formarse para formar a otros, en la intransigencia de no ver nada bueno en las hermandades. Así nos va.

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