Análisis

manuel campo vidal

Grito de la España rural en elecciones

España era mucho más pobre, pero más equilibrada territorialmente, cuando Antonio Machado escribió lo de "españolito que vienes / al mundo, te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón". Cerca de un siglo después, aquel fantasma desapareció, aunque nos costara una guerra civil, una larga dictadura y, afortunadamente, una modélica Transición, reparadora de la democracia. Hay quien pugna por recuperar aquellas dos Españas, siguiendo los consejos de Steve Bannon, ex asesor de Donald Trump, y propone que sea fácil adquirir armas de fuego, algo que no se planteó ni con el terrorismo. El electorado decidirá si quiere, o no, un país de chiflados con pistola.

Las dos Españas de hoy no están enfrentadas, pero sí contrapuestas: la rural y la urbana. Casi el 90% de los ciudadanos vivimos en el 20% del territorio y unos cuatro millones habita el resto, muy despoblado. Ese desequilibrio es letal para la sostenibilidad del país. Sin pueblos no hay futuro, insiste la Red Española de Desarrollo Rural, pero tampoco para las ciudades, ni para el deteriorado medio ambiente.

Esa España rural reclama atención urgente y prepara un grito atronador ante las próximas elecciones. Es un grito pacífico; no violento, como el de los chalecos amarillos en París que nació, por cierto, en Nevers, en la Francia despoblada. Reclama atención en los programas políticos y recuerda que en esas provincias se juegan casi cien diputados. Es el momento. La manifestación preparada para el próximo domingo en Madrid será un serio aviso.

El PSOE revitalizó la Comisionada del Reto Demográfico con Isaura Leal al frente y apoyo decidido del ministro de Agricultura, Luis Planas. Albert Rivera lanza ahora una propuesta fiscal para que los habitantes de esa España despoblada paguen menos impuestos. Interesante. Rivera avanza si hace propuestas y retrocede cuando se le encasquilla la dialéctica en acusaciones sin sentido como la del "Gobierno de Sánchez, Torra y Bildu". Es la época de las noticias falsas, pero no todas llegan por redes.

Mientras se enrocan en eso, Sánchez, que dejó claro ante su partido que "con el PSOE, la independencia de Cataluña, nunca", se reúne con Macron y Merkel. Quieren asentar un G-3 que defienda a Europa del asalto de la ultraderecha tras las elecciones de mayo. Nunca antes España tuvo esa oportunidad, ni mostró interés en tenerla. Decidían sólo cuatro pero el Reino Unido ya no se sabe dónde está. Italia juega al antieuropeísmo. Sólo quedan en el puesto de mando Alemania y Francia, que invitan a Sánchez, mientras aquí es vilipendiado.

Entretanto, la parodia constante de Torra desacredita aún más, si cabe, las instituciones catalanas. La mitad de su Gobierno cree que ya se pasó de rosca, los chistes en la prensa lo retratan como un activista y no como un político, y su jefe, Carles Puigdemont, está más aislado que nunca. Tiene su público aún, pero acaba de recibir un mazazo del PNV. A riesgo de quedarse sin eurodiputado, los vascos rompen una coalición de 15 años ante la radicalización del presidente huido. Si su proyecto es bloquear el Congreso, como proclama, con Puigdemont mejor no ir ni a Estrasburgo. El PNV es un partido nacionalista de Gobierno y Puigdemont y Torra, una mera empresa de agitación con dinero público.

Del 28-A puede salir un país muy distinto. Y peor. Al PP no le va bien y ha tenido que aparecer Aznar a pedir que se concentre el voto de la derecha. La radicalización verbal de los últimos meses sólo ha beneficiado a Vox. España, la rural y la urbana, espera propuestas claras y no más descalificaciones.

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