Carrero, digo Franco, que estás en los cielos, digo en las tinieblas, esa figura a la que algunos (los menos, los más ruidosos, el tamaño suele ser inversamente proporcional a los decibelios) añoran y hasta ensalzan; y que otros no quieren ver ni en pintura y ni mucho menos en un lugar de culto en Madrid. Una ciudad a la que el dictador nunca perdonó su numantina resistencia a la canallada que puso en marcha el 18 de julio de 1936 y que ahora va a ponerlo en su sitio. Gol de la Memoria Histórica

Éste no es el partido del PP, que maquilla su incomodidad alegando que hay que centrarse en "los problemas de la gente en vez de reabrir viejas heridas". Como si fuera una buena idea dejar que los problemas se pudran, como si una anomalía histórica pudiera quedar sepultada mirando a otro lado, como si no fueran legión (paradójicamente) los que sienten un íntimo dolor ante la falta de respeto que destilan el mamotreto y su más funesto inquilino hacia los defensores de la II República.

Fue concebido como una monumental tumba en homenaje a sus caídos. Pero la presión internacional por dejar atrás las dos Españas le hizo replantearse la idea allá por 1959. La mayor fosa común de España aloja 33.000 cadáveres de ambos bandos y la sepultura del dictador está en el lugar que el derecho canónico reserva para papas y obispos. Es la guinda de un pastel cuya digestión se hace mucho más pesada con los 114.000 cadáveres de republicanos que yacen dispersos por las cunetas.

Algunos estamos hartos de la manida frasecita de que "el fútbol no da de comer". Típica de los que sólo ven unos tipos en calzoncillos detrás de un balón. No entienden ese condenado amor para toda la vida, esa pasión y esos recuerdos que pasan de padres a hijos. Lo dijo el filósofo JorgeValdano: "El fútbol es la cosa más importante de las cosas que no son importantes". Como lo de la exhumación de Franco, que no da de comer, pero alimenta el alma.

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