A·gerardo Sánchez, director del programa Días de cine, de La 2 de Televisión Española, habría que hacerle un monumento en Prado del Rey. La Corporación es un trasatlántico. Y en ocasiones no hay persona, por voluntariosa que sea, de modificar su rumbo, de imponer su criterio, de salirse con la suya, cuando a lo que se enfrenta es a una burocracia en ocasiones absurda.

Gerardo Sánchez quiere trabajar. Lo único que ha deseado Gerardo Sánchez desde que dirige su revista de cine es que su programa no pare por vacaciones, que no deje de emitirse, que aparezca en la rejilla de la programación 52 semanas al año. Por paradójico que parezca, a veces ni trabajar dejan.

Este año que acaba parece que se salió con la suya. Incluso salvó el Jueves Santo, aunque para ello tuviesen que adelantar un par de horas la emisión del programa esquivando las procesiones. A finales de año ha tenido que lidiar contra el concierto de la campaña Un juguete, una ilusión, pero también en ese caso logró colar una edición especial dedicada a los Premios del Cine Europeo celebrados en Sevilla.

A Gerardo Sánchez debemos, y no al trasatlántico que es TVE, que Días de cine no libre durante el verano, como sí sucedía antes de que él lo dirigiese. Y gracias a él nos libramos de que el programa pasase a recortar su duración hasta la media hora, cuando con motivo de los cambios de programación registrados el pasado otoño se volvió a configurar la parrilla.

Gerardo Sánchez es cinéfilo y cinéfago. Me da la impresión de que no sabe distinguir demasiado entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio. Porque se dedica a lo que le gusta e invierte su energía y sus desvelos en lo que le apasiona. Esa suerte hemos tenido seguidores de Días de cine.

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