La muerte de Arthur Ryan, fundador de la cadena irlandesa de tiendas Primark, ha coincidido con el 50º aniversario de la misma. La compañía pertenece al conglomerado Associates British Foods, pero Ryan recibió el encargo en 1969 del presidente del grupo, Garfield Weston, de desarrollar una cadena de ropa a partir de una tienda que tenían en Dublín. Estas historias de negocios que se montan por personas de perfil modesto, y que se mantienen así toda su vida mientras la compañía alcanza una dimensión portentosa, llaman mucho la atención, porque parece que pasar de una tienda a una marca internacional con 370 grandes almacenes en 12 países, es una evolución natural para lo que basta dar con la tecla de un negocio, y tener suerte.

Las cadenas de ropa barata y con el atractivo de seguir la moda, es un fenómeno de unas pocas empresas compitiendo en el mundo, cada una con su estilo y forma de llevar el negocio. No a todas las ha ido bien, pues es fundamental trabajar con volúmenes de venta muy grandes ya que los márgenes no los son, y con la competencia on line cualquiera con un tick de smartphone sabe lo que cuesta una sudadera, una camiseta, o unos shorts, y compara. En España Primak abrió en 2006, y es uno de sus principales mercados, con casi tantos millones de clientes como C&A, e Inditex, aunque no de facturación, pues sus prendas tienen un precio medio inferior.

La personalidad de Arthur Ryan como empresario se desarrolló vendiendo ropa joven, alegre, bien diseñada, a precios increíblemente bajos, respondiendo a los cambios de moda -Amazing fashion, amazing prices-, y con un control muy fuerte sobre los costes. Estos grupos sufren presión en medios y redes sociales sobre su forma de producir en países pobres, y por la reducida fiscalidad que soportan; actualmente, la exposición pública hace que se alineen con buenas prácticas que llegan a formar parte de su manera de funcionar. Sin embargo, producir más en los países donde hacen su negocio es una cuestión pendiente, pues por ejemplo, sólo el 15% de la producción de la industria textil española se fabrica dentro de España; y en cuanto a los impuestos, hemos visto en la reunión del llamado Grupo de los Siete, un intento de coordinación para acercar facturación y beneficios que se generan en un país, con el pago de impuestos en el mismo.

Me ha gustado mucho la novela de Sally Roney Normal People, porque aunque la relación entre los protagonistas Marianne y Connell es difícil, hay entre ellos una pasión y una amistad que se desarrollan en un ambiente de conflictos pero también de ternura. No sólo está escrita con el lenguaje claro y cristalino de la mejor literatura irlandesa actual, sino que Roney entra en los comportamientos íntimos de la gente joven, y muestra cómo las relaciones pueden cambiar para bien a las personas; es un mensaje de optimismo no gratuito, frente al lado oscuro y tortuoso que vemos cada día en las noticias. No sé por qué lo he relacionado con una persona como Arthur Ryan, y lo he visto con más de 80 años, en el Dublín de la novela de Roney, con las satisfacciones de su vida y la desgracia de la muerte accidental de su hijo y su nieto hace cuatro años, tomando una cerveza con sus amigos, después del trabajo.

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