¡Feliz Semana Santa y Pascua de Resurrección!Costumbre

Yya todo se va consumando. Ya la primavera de nuestros corazones abrió su alma a ese balcón cristiano, que en esta, nuestra tierra, habita todo el año, pero que en esta época se expande para decir: "Aquí estamos"… Ya, nuestra querida Huelva se vuelve a ver impregnada de inciensos y aromas cofrades… de saetas y sones de marchas. Ya, en nuestros hogares penden túnicas, costales y fajas, pero sobre todo penden ilusiones, anhelos, promesas y esperanzas. Ya nos hemos reencontrado con los conocidos y amigos, que a lo mejor, durante todo el año no vemos por los distintos lugares que frecuentamos, pero que en esta época encontramos a cada paso. Las cervezas, las tertulias, la primera torrija, como siempre en Rehiletes, con David y Rocío, los besos y abrazos…

Ya las palabras de nuestros oradores han subido a los atriles de nuestra literatura cofrade… "Que los pregones ya están pasados, que siempre te dicen lo mismo un año y otro año"… Qué pena que quienes así se manifiestan no pongan sus oídos y abran sus corazones a quienes exaltan, meditan o pregonan. Porque esos oradores que en otros años o en este nos abrieron sus entrañas a nuestros sentidos, nos transmiten mensajes de amor, de enseñanzas cristianas y nunca son los mismos. Y me complazco en destacar a nuestro pregonero, Manuel J. Rodríguez Redondo, que junto a su mujer, Pilar, nos han dado una lección de vida. Las palabras de Manuel inundaban el Gran Teatro y sus miradas al palco, donde se encontraba su familia, te llegaban muy adentro. Su reflexión sobre el respeto y el sitio de los mayores, aquellos que lucharon y de los que debimos aprender para llegar hasta aquí, se antojó fantástica. ¡Enhorabuena pregonero, enhorabuena por todo!

Me confieso defensora de pregones y similares, porque desde pequeñita me enseñaron a escucharlos, que no a oírlos, y aprendí a disfrutarlos. El esfuerzo de aquellos que plasman en el papel sus sensaciones, vivencias y sentimientos debe ser reconocido. Así que, desde estas líneas una lanza por todos los que nos cantan las grandezas de nuestra Semana Santa.

Parasceve se acerca, ya a nuestras vidas va llegando nuevamente este año. Que esta Cuaresma que se nos va, nos haya hecho reflexionar, nos haya hecho acercarnos a lo Divino y no a lo mundano. Que de una vez aprendamos a ser cofrades cristianos, seguidores de nuestro Padre y de nuestra Bendita Madre. Olvidemos las rencillas, olvidemos los yoes que nos corroen, olvidemos las hipocresías, las personales y las que llevamos a nuestras hermandades y abramos nuestros brazos.

Y como este vuelve a ser mi último artículo cuaresmal, me permito la licencia de agradecer a este periódico onubense el que me haya vuelto a brindar sus páginas para expresar lo que pienso o siento, que no son más que mis opiniones subjetivas, claro, a lo mejor muy equivocadas, pero que son las mías. Y cómo no, agradecer a mi estimado Eduardo J. Sugrañes el haber vuelto a contar conmigo para estos menesteres.

Señores, señoras, que nuestra semana mayor está llegando. Atrincheraos en nuestras calles, en nuestros altares, en nuestros rincones y contemplad a nuestros titulares con los ojos del alma, olvidando un tanto lo superfluo, que aunque nos guste, no es lo supremo. Vestid vuestras túnicas, esas que elegisteis un día, como auténticos cofrades cristianos y disfrutad vuestras respectivas estaciones de penitencia…Yo lo haré en mi nuevo Viernes Santo, ese que deseo especial y que pasará a mis recuerdos.

¡Feliz Semana Santa y una, aún más feliz, Pascua de Resurrección!

UNA pregunta recurrente cuando llegan estas fechas, es la de los estrenos. A las hermandades es algo que nos demandan desde los medios y cuando no hay nada, se recibe incluso con cierta frustración por parte de quien pregunta. Como si no hubiéramos hecho nada en todo el año, o peor aún, como si el no estrenar le quitara algo de sentido a la propia Hermandad.

Esta cuaresma, que me vengan a la mente, hemos tenido varios de cierta importancia. Entre ellos me gustaría destacar dos que seguro que monopolizan muchas tertulias cuaresmales: uno, que veremos seguro, es el manto de la Virgen del Amor; y otro, que lo mismo no la vemos en la calle, es la túnica de Jesús Nazareno.

Me alegra ver cómo hay cofradías que para los grandes proyectos se ponen en las mejores manos y no escatiman recursos para mayor gloria de los sagrados titulares. Hablamos de obras de gran envergadura que se traducen en contraprestaciones importantes, pero en su proyecto y ejecución se ve con claridad que las juntas de gobierno entienden que estas piezas quedarán para la posteridad y formarán parte casi indivisible de las imágenes que las portan, del mismo modo que si pensamos en la Virgen de la Victoria no podemos hacerlo en otro palio que no sea el suyo.

Aquí entra el debate que se genera con estos estrenos cuando aterrizan y son puestos por primera vez. Nuestro imaginario está grabado a fuego y cuesta cambiar la estampa fijada. Por ello, se escuchan argumentos en contra que hacen referencia a la humildad de la hermandad de turno o del propio personaje histórico (Jesús o María). Esto, en mayor o menor medida, nos pasa a todos, pero creo que debemos tener algo más de amplitud de miras, sobre todo los que llevan ya muchos años de cofradías, para saber que esta extrañeza, poco a poco, se desvanece y queda la maravilla del titular y la obra de arte.

Todavía recuerdo cuando le hicieron a la Virgen de la Esperanza el manto bordado en tisú. Incluso dentro de la propia corporación, muchas voces clamaban por la tradicional sencillez de la hermandad. ¿Desde cuándo esta humildad ha sido una elección de las hermandades? ¿No será que siempre fueron humildes y sencillas porque no tuvieron más remedio? Por un momento, pareciese que usó en su día las copas del Recreativo por gusto dejando sin poner otras de plata de ley… En poco tiempo, esta sensación extraña de ver a la Virgen con el manto desapareció y hoy cualquiera se lo quita. ¡Enseguía!

Lo mismo ocurrirá con el manto, precioso y monumental, de la Virgen del Amor. Cuando se lo pongan por primera vez, habrá quien dirá que la Virgen siempre ha ido con manto liso (¡pues claro!), pero antes de que nos demos cuenta, el perfecto encaje del diseño con el conjunto ya existente y la magnificencia de su ejecución lo harán, como decía anteriormente, una parte más de lo que significa para todos los onubenses esta imagen por nuestras calles.

Lo de la túnica del Nazareno es aún más complejo, pues ya se sabe que cuanto más devocional sea la imagen en cuestión, más discrepancia genera. No tengo ni idea de si el Señor la sacará este año, pero es evidente que antes o después lo hará, y cuando se le apague un poco ese brillo propio de lo nuevo y el terciopelo se haga, con el paso de los años, a la imagen que lo soporta, nos parecerá que siempre la llevó y que no debería quitársela nunca. Insisto: cuando el proyecto y la ejecución se deja en manos de gente que sabe, es más difícil equivocarse. Con lo demás, que la costumbre haga su trabajo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios