La cancelación de la temporada en Segunda B justifica la tremenda pérdida de no jugarse las últimas decisivas 10 jornadas y el déficit sin recompensa para los abonados. El infortunio o desgracia financiera que acomete de pronto el cierre del presupuesto hasta el 30 de junio se tratará de aminorar un proceso sometido en la planificación de la próxima campaña, una vez que se entrará en una recuperación del daño ya hecho con otra manera de llegar a acuerdos entre todas las partes implicadas en el circuito de los desamparados clubes modestos.

El nuevo concepto intrínseco del fútbol no profesional define una ejecución directa sobre contratos de supervivencia para proseguir en la actividad y volver a establecerse propuestas de tratos pasados aplicando las reglas presentes distintas sobre condiciones adecuadas para acordar el intercambios de servicios y que cada uno pierda lo menos posible en el reciclamiento general. Y todo el conjunto de cálculos necesarios y obligados incluyen desde la cruel realidad de los clubes moderados en gastar pasando por los técnicos y jugadores hasta los patrocinadores, junto a los exiguos derechos de transmisión y subvenciones.

El mercado de los modestos pondrá a cada parte en su sitio acorde a la decadencia económica y el esfuerzo de las entidades para retener a los futbolistas. No se puede ofrecer lo acostumbrado en una Segunda B desequilibrada porque no se puede pagar por la reducción taxativa de ingresos en la medida que los integrantes en las negociaciones capten su adaptación a los nuevos preceptos que van a regular los encajes. Ceder para ganar futuro, un cambio profundo en las estructuras deportivas y socioeconómicas. Y en el Decano uno de los puntos prioritarios será la contratación del técnico para el enésimo renovado proyecto. La predisposición de Claudio Barragán está en el punto de partida donde los deseos hay que buscarlos hasta el final.