Le habla un descolocado, un dolorido, un ansioso, un temeroso… y hasta un ilusionado más. Sí, todo ello a la vez, aunque parezca inverosímil. Así se siente uno que es recreativista desde que nació, que empezó a formarse como periodista 18 años después y al que le es imposible separar lo primero de lo segundo para lo malo y para lo bueno (si es que hubiera algo de esto último). Sabe de sobra que jamás estuvo el Recre tan abajo y que es imposible obviar tal desastre. La maldita reestructuración y una plantilla fracasada y consentida nos llevaron al peor de los infiernos. Estar aquí ya es terrible de por sí, pero cuando uno echa la vista atrás y recuerda los bemoles de algunos equipos albiazules (junto a una afición entregada) para esquivar descensos en condiciones extremas el desconsuelo y la rabia toman tintes inconmensurables. Lo que se sufrió entonces para acabar donde estamos ahora... En fin.

Tengo claro que no hablo en representación del recreativismo y sí únicamente de mí mismo, aunque quizás algún que otro albiazul pueda pensar de forma más o menos similar. El caso es que, tras todo lo gozado y sufrido en algo más de 40 años junto al primero de España, junto a nuestro viejo y querido Recre, permítame el egoísmo: al que aquí firma le da igual si en realidad usted fue la primera opción o la quinta, si manejará a los jugadores ideales para la categoría o a rebotados, si jugamos con cinco delanteros o con cuatro porteros pero, por favor, sáquenos de ésta sea como sea. No creo que nadie exija arrasar ni pasearse (hay que ser inconsciente para ello) pero, por caridad -y hasta por salud-, cumpla el objetivo, que Huelva lo necesita. Y usted lo sabe.

Seguro que habrá visto decenas de vídeos impresionantes de una ciudad que se echó a la calle (una vez más) para salvar a lo que más quería, recibimientos multitudinarios, estampas de animación y desplazamientos propios de categorías muy superiores o noticias asombrosas relacionadas con la fiel afición onubense; en todo ello no hay ni trampa ni cartón. No dude que si las cosas van mal esto se convertirá en una pesadilla infernal (ya no queda una micra de paciencia, y con razón) pero tampoco que, como dé con la tecla, vivirá una experiencia imposible de describir ni en mil artículos. A por ello. Y suerte.

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