Estamos en ese tiempo de espera a ver si llueve café en el campo. El Recreativo ha superado los 4.000 socios y aunque es una cifra aseada para Segunda B, la cifra queda lejos de las del año pasado, en el que influyeron muchas cosas, la principal es que la gente se llevaba el carné sin soltar un euro. Pero escapando de lo económico, los números dejan claro que la gente está cansada de tanto vaivén, de tantas promesas incumplidas, de tanto pliego sin cuajar, de tanta división entre los que están y los que están por venir. Un lío en toda regla que tiene al personal hastiado.

Pulsada la temperatura de muchos aficionados, la mayoría echa de menos más vehemencia por parte de los colectivos más numerosos que representan a la mayor parte de los recreativistas. Todos, absolutamente todos, alaban la implicación para que salga adelante, con el mayor de los éxitos, la campaña de abonados del Decano. Porque ahí está la fuerza del club. Pero al mismo tiempo, advierten que el cometido de estos colectivos es defender a la afición ante los improperios que se han producido y que siguen repitiéndose. No se puede pasar por todo, dicen, porque si se traga con todo, entonces no hay camino.

Cuando un club llega al extremo en el que se ha instalado el Recre, entonces es que se han hecho muchas cosas mal y nadie está libre de pecado, por una cosa u otra, cada uno en su función.

Una vez pase la vorágine de la campaña de abonados, algunos tendrían que replantearse qué quieren hacer para cambiar el rumbo de los acontecimientos. Cada día se elevan más voces críticas con respecto a líneas de actuación y toma de decisiones al hilo de lo que acontece en el Decano. Y ya va siendo hora de defender lo que hay que defender y al que le dé que perdone. Los colectivos no tienen que representar al club ni al dueño ni a nadie en particular. Tienen que defender el escudo y la historia, pero de la mano de los aficionados, que son los únicos que jamás en la vida han dado la espalda a la entidad.