Mientras aquí nos aburríamos con quien quería imitar lo inimitable y nos hacía ver que disfrutábamos con La vida de Brian cuando, en realidad, sufríamos con El exorcista casi cada domingo, cierto día me dio por escribir en esta Platea una columna titulada 'Simeone es un fracasado'. Tirando de ironía alababa hasta la extenuación lo que consideraba el gran éxito del Cholo: haber conectado a la gente con sus jugadores -cosa que jamás consiguió el otro en Huelva ni yendo primeros- implantando un espíritu que parecía imposible verlo ya por el Manzanares.

Que los aficionados se vean reflejados en sus jugadores lo es casi todo. Ese todo lo tiene el Athletic cuando mira al césped y ve a chicos criados en sus propias calles; también es fácil identificar el modelo del Barcelona desde que lo instaló Cruyff hace décadas; es también sencillo reconocer el sello del Madrid, que es dejarse la vida para ganar dando igual el cómo y el cuándo. Y ya llevamos una década viendo al Sevilla que nunca se rinde y que come en la mesa de los grandes tras hacer de la ambición su santo y seña.

Yo recuerdo a ese Recre de Caparrós que era, en cada partido, una auténtica mosca cojonera para el rival y esa actitud, sin necesidad de filigranas, logró arrancar mucha empatía en la grada. Parecido fue el Decano en la primera etapa de Alcaraz, en el que presionaba y corría los noventa minutos hasta el delegado y que desesperaba a cualquier contrario. Con la justita calidad que atesora hoy el cuadro albiazul es cuando más echo de menos esa capacidad para transmitir, desde dentro hacia fuera, las emociones de garra y fuerza. Y de verdad que me extraña, porque es justo eso lo que consiguió el mismo Pavón en varios partidos antes de que al Nobel en Economía y Gestión le diera el siroco de sustituirlo por el insípido Jose Domínguez. A veces tengo la sensación de que la sufrida afición recreativista se deprime más por la incapacidad de vibrar al no ver sangre en los ojos de los suyos (no digo que no la tengan, sino que no logran hacer ver que la tienen) que por las innumerables derrotas. El año pasado nos salvamos tirando todos de alma porque, entre otras cosas, ya no quedaba ninguna bala más por usar. A ver de qué tiramos este año para conseguir el objetivo.

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