Ciudadanos hizo una buena apuesta con el acercamiento al Gobierno para quitarse el tinte derechista, pero visto lo que está haciendo Sánchez con Iglesias, Arrimadas y su brazo derecho, Bal, deberían hacérselo mirar. O al menos reflexionar sobre las consecuencias de sus últimas decisiones, porque su abrazo a Sánchez para viajar hacia el centro puede ser el abrazo del oso.

No hay un solo dirigente de Cs que tras apartarse de un Rivera escorado a la derecha, esté conforme con el giro al centro. Por una razón: el socio no es fiable. Sánchez miente más que habla y ha contagiado a algunos de sus ministros, que también han encontrado su gracia en mentir. El último, nada menos que el titular de Interior y juez de prestigio hasta que se dejó seducir por el presidente. Marlaska dijo que el relevo de Pérez de los Cobos se debía a una remodelación; El Confidencial destapó el documento que demuestra que el ministro mintió y tenían razón los que dijeron que se deshacía de Pérez de los Cobos porque cumplió con su deber de no informar a sus superiores sobre una investigación judicial. PP y Vox pidieron la dimisión de Marlaska y Cs se sumó. Pero ya tienen un ejemplo más de que ir de la mano de Sánchez tiene sus riesgos.

Se comprende que Cs apoye la prolongación del estado de alarma y también que apoye el ingreso mínimo vital. Lo que no se entiende es que repita que sólo apoya al Gobierno puntualmente. ¿Por qué no denuncia que el apoyo de PNV y ERC supone trato de favor para País Vasco y Cataluña frente a otras regiones en las que cogobierna Cs? ¿Por qué no denuncia que se falsean los datos del paro para que parezcan nuevos puestos de trabajo los que salen de un ERTE? La lista de agravios es escandalosamente larga y, encima, Cs amaga con presentar una moción de censura en Madrid a Ayuso, que es el jueguecito que se trae Ignacio Aguado. El necesario giro al centro de Cs se ha convertido en algo incomprensible y decepcionante.

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