Análisis

pedro j. morcillo azcárate

Capaz y capataz

La Magna superó lo que nos pierde por los callejones de los minutos

Cinco meses y medio han pasado desde que el paso de misterio de la Sagrada Lanzada hiciera su recogida en la madrugada del 17 al 18 de septiembre, cerrando así la histórica jornada de la Procesión Magna de Huelva con motivo del Año de la Misericordia.

Al cerrarse el portón de la casa de Hermandad de la Lanzada aquella noche se cerró de una vez por todas el debate sobre la capacidad de esta ciudad de organizar magnos eventos. El sonido de esa puerta se pudo confundir con el de los famosos zas en la cara como se dice ahora, a todos los llamados aquellos días magnoescépticos, todos aquellos que con aires de superioridad sólo intentaban con sus comentarios días antes dar a entender la mamarrachada que iba a ocurrir, el desastre cutre, cateto y ridículo que íbamos a presenciar, como desmarcándose en foros sociales y dando a entender que ellos no eran partidarios de lo que se estaba preparando. Ellos mismos se dieron con ese portón en la cara.

Y es que aquello no se trataba de un acto de cofradías o de los cofrades, fue un evento de calidad que englobaba a toda la ciudad, ya que en la misma no se recuerda ningún otro, quitando la visita de San Juan Pablo II Papa, que movilizase tanto a todos los niveles, fue un evento de los que se organizan en las grandes capitales que atrae a miles de personas de fuera y que pone en jaque a toda la ciudad, sus organismos e implica a todos sus estamentos.

La clave del éxito que Huelva logró aquella tarde sólo y únicamente radica en dos aspectos: nos lo creímos y fuimos todos a una. Ambos igual de importantes porque no siempre los hemos llevado a cabo, y el 17 de septiembre sí lo hicimos. A la magistral coordinación del comisario del acto, Luis Alburquerque, en cuya cabeza estaba absolutamente todo, hay que sumarle la ilusión, trabajo y capacidad de Antonio González, presidente del Consejo de Cofradías. Ambos llevaron de la mano al Ayuntamiento, Subdelegación del Gobierno, Policía, voluntarios y todas las administraciones implicadas al camino del éxito.

Pero sin lugar a dudas todo lo que sucedió aquel día no hubiera sido posible sin las hermandades participantes en el acto, las cuales dieron una lección de que cuando se quiere se puede. A la puntualidad inglesa, hay que añadir la gran capacidad de ceder y ponerse a plena disposición de lo que el Consejo les pedía, dejando a un lado todas esas cuestiones que en Semana Santa nos pierden por los callejones de los minutos perdidos. Incluso cuando pudo existir algún problema puntual ese día, porque existieron, los dejamos pasar con el fin de no manchar todo lo construido.

Y es que dicen que lo que bien empieza bien termina, quizás las fallidas magnas de 2004 y 2013 que todos recordamos con horror, tuvieron sus vicios desde el principio. Si hacemos memoria ambas ya tuvieron problemas en sus planteamientos iniciales, sin embargo para el Acto Misericordioso hasta el comienzo fue un todos a una, una ilusión renovada por parte del Obispado, de la junta del Consejo y de las hermandades, causa que propició que en esta ocasión fueran muchas más las cofradías que dieron el sí a participar en el acto, llegando casi al pleno total.

En resumidas cuentas, Huelva no es que fuera capaz de algo tan magno, fue ¡capaz y capataz!

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