Pues yo soy más de brillo (aspecto de emisión en directo) que de mate (enlatado, casi cine) en televisión. Ahora que El cielo puede esperar, en #0, ha virado del primero al segundo, percibo como si se le hubiese acabado la chispa. Sostienen quienes defienden el mate que los programas ganan en sofisticación. Y ahí están Salvados, Tabú, Scott & Milá o Página 2 como tres ejemplos bien variopintos para demostrarlo. Sin embargo, a la televisión el brillo le aporta cercanía, viveza y verosimilitud. No podríamos imaginarnos First Dates, Masterchef o Got Talent en mate.

El caso de El cielo puede esperar es muy revelador acerca de esta cuestión que planteamos. Cuando en la primera tanda los protagonistas eran Ana Belén o El Gran Wyoming, todo asemejaba a uno de esos shows que se desarrolla en directo. Ahora que el brillo de la fotografía ha tornado en mate, tanto las entregas con Cristina Pedroche como con Estopa o la de anoche de María Teresa Campos parecen programas atemporales, de esos a los que se puede echar mano de archivo con la naturalidad con la que se reponen los Cuando ya no esté de Iñaki Gabilondo.

Es extraño que una casa como #0 donde han optado por que toda la comedia que se grabe en plató lo haga en brillo (Ilustres ignorantes, Loco mundo, Cero en Historia', 'Dar cera, pulir #0, Las que faltaban) hayan decidido pasar El cielo puede esperar al mate, el aspecto de las ficciones y no de los programas.

Al espacio Late Motiv de Andreu Buenafuente intencionadamente no lo nombro. Porque en un alarde de ir más lejos todavía, se graba y emite en una textura fotográfica que ni es brillo ni es mate, sino todo lo contrario. Y que estaría muy bien que algunos de los profesionales en el medio nos aclarasen, para conocer más matices acerca de las artes audiovisuales del siglo XXI y el tratamiento de posproducción de los contenidos.

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