Confieso que tenía pensado dedicarle aquí unas cariñosas palabras a don Jesús Gil Manzano, a cómo puso mucho de su parte para que Osasuna no se fuera triste a Pamplona el pasado martes (los errores arbitrales se comprenden, estaría bueno; la mala intención, no). Estas líneas también iban a recordar a Valle Gil, al ínclito Iturralde González, a Pérez Lima y a aquellos robos con descaro que sufrió el Decano en la temporada 2000/2001 cuando, otra vez, a este humilde equipo le pisotearon jornada tras jornada en su desigual pelea con tres monstruos por llegar a Primera División. Incluso iba a comentar algo de Ausocua Sanz, cuyo recital no presencié y que pasó a los anales de la historia del Recreativo, pero luego llegó el bochornoso partido del domingo y la idea inicial se fue al garete.

Aún no entiendo cómo un equipo como el albiazul, que está haciendo una temporada horrorosa en la liga, desaprovecha la inercia del buen sabor dejado tras la Copa y saliera como salió la tarde dominical. Es inconcebible no saltar al campo a comerse al rival en tu casa (el Villarrobledo, oiga), cuando todos los resultados que habían acontecido alrededor daban un mínimo pie a una mínima esperanza de mirar (aún de lejos) hacia arriba. Que llegaran los albaceteños, y no lo digo por ser un equipo más humilde aún que el nuestro -al contrario, más mérito tienen-, sino por ser el penúltimo y porque su trayectoria fuera de casa era un desastre, y nos bailara como nos bailó, fue inaudito. Nos dio tal repaso, en especial, en la primera parte, que pareció el mejor Mönchengladbach de siempre. Fue de esos días en el que uno piensa: el Recre no presiona bien, ni se encierra bien, ni ataca bien, ni combina bien, ni está atento a la segunda jugada ni es fuerte por alto. ¿En qué se supone que destacamos entonces? ¿Ni aguantar un par de minutos con diez jugadores… ¡contra el penúltimo!…somos capaces? Ay.

Cierto es que los cambios de entrenador a mitad de temporada no suelen darnos resultado, y si otras veces se ha reclamado paciencia para tener un proyecto decente igual ahora esa santa paciencia de los dirigentes con Monteagudo y su plantel nos dejan en evidencia a todos los que nos echamos estos días las manos a la cabeza. Ojalá. Nada me gustaría más que tragarme los demonios que acechan ahora. Con quien sea, pero que esto dé un giro de 180 grados, que más de diez mil abonados no merecen tan pocos latidos.

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