Análisis

Fátima Díaz pilar larrondo

Blanca suárezSara Carbonero, más valiente y femeninaLos duques de Sussex se mudan a Windsor en eneroDe las aulas al mundo

Defiende el empoderamiento femenino y revela detalles de su vida familiar en la revista 'Cosmopolitan'

Comparte una foto de marcha con Amaia Salamanca y Macarena García

Sara Carbonero es la protagonista del próximo número de la revista Cosmopolitan y será, sin duda, uno de los más comentados, no solo por la entrevista de la periodista, quien habla sin pelos en la lengua, sino por las dos portadas con las que la publicación sale a la calle en diciembre.

En la primera de ellas, Sara posa más atrevida que nunca sacando su lado más sensual con el que explota de manera espectacular su belleza natural. La mujer de Iker Casillas se atreve a lucir un look de lo más innovador en el que da un nuevo uso al blazer a modo de vestido y unas medias negras finas con incrustraciones. En la otra portada de la revista, deslumbra sacando su lado más salvaje con un precioso y rompedor body animal print verde brillante al que le añade unas medias con detalles de leopardo.

En ambas, desde luego, se confirma el envidiable tipazo que luce tras sus dos embarazos.

Una entrevista en la que la periodista se confiesa y saca su lado más personal y familiar revelando detalles de su vida en Oporto junto a sus hijos, Martín y Lucas, y su marido. Una ciudad a la que se han adaptado de maravilla, de ahí que, por ahora, no tenga fecha de vuelta a España. "Vivo el día a día e intento no pensar en eso. En Portugal, Iker va al súper o al parque, que son cosas que aquí no podía hacer, así que por ese lado me da un poco de miedo volver", confiesa.

Sobre el tema de ampliar la familia, revela: "Siento cierta presión; como si todos tuviéramos que ir en busca de la familia perfecta", sostiene, tras afirmar que Iker y ella se reparten las tareas domésticas, así como el cuidado de sus hijos. En este sentido, se declara abiertamente feminista: "En los últimos tiempos estamos siendo testigos de una lucha muy intensa por el empoderamiento de la mujer, lo cual considero muy necesario", sostiene. También confiesa que está empezando a explotar su faceta de escritora. "Durante años he tenido muchas propuestas: un libro sobre la mujer en el periodismo deportivo, otro de lifestyle... Pero no me llenaban. Hasta que llegó una proposición muy chula que requiere dar mucho de mí y en ello estoy", declara. Una imagen muy diferente a la que ha ofrecido hasta ahora.

El príncipe Enrique de Inglaterra y su esposa Meghan se van a mudar a Frogmore Cottage, en los terrenos de Windsor a principios del año que viene. Así lo ha comunicado la casa real británica a través de un escrito enviado a los medios. Y añaden: "Windsor es un lugar muy especial para sus altezas reales y están encantados de que su residencia oficial vaya a estar en la finca. La oficina del duque y la duquesa continuarán estando en Kensington Palace".

Los tabloides sensacionalistas enseguida han apuntado a las supuestas desavenencias entre Meghan y Catalina como trasfondo de este cambio de residencia, ya que actualmente los duques de Sussex viven en un apartamento casi puerta con puerta con los de Cambridge, en Nottingham Cottage, en el complejo del palacio de Kesington, y se gastaron dos millones de euros en reformarlo antes de su boda.

Isabel II les ha cedido ahora Frogmore Cottage, precisamente donde celebraron una recepción nocturna tras su enlace el pasado mayo. Con diez habitaciones, guardería, gimnasio, spa y sala para yoga, su hogar desde luego será mucho más amplio que el actual.

CUANDO se celebra el día internacional de alguna colectividad hay un grupúsculo de personas que siempre cuestiona su existencia. Ni muchos otros colectivos lo tienen ni resulta necesario en los tiempos que corren. Al menos así lo argumentan los que no entienden que la mujer o la comunidad LGTBI, por poner un ejemplo, tengan un día en el que se les de visibilidad. Porque, para qué dar visibilidad a personas que han alcanzado todos sus derechos y que no sufren discriminación alguna. Para qué.

Hoy se celebra el Día Internacional Contra la Violencia de Género y quiero pensar que nadie pone en duda su necesaria (por desgracia) existencia. Que nadie cuestiona la falta que hace que un día (¿en serio solamente uno?) al año se recuerde a todas y cada una de las mujeres que han sido asesinadas y, además, se haga un llamamiento a la sociedad para terminar con esta lacra. Y digo sociedad porque no creo que ninguno de los poderes del estado puedan poner freno a uno de los peores males de este. Al menos de momento. A ambos entes parece resultarles complicado establecer leyes, modificar el código penal o endurecer las penas para proteger a la mujer frente a su agresor. Sea cual sea la agresión, que a veces también les resulta difícil llamar a las cosas por su nombre. Por eso el papel de la sociedad se me antoja clave en esta lucha.

Porque la sociedad siempre ha sido el motor del cambio y el cambio es mucho más que necesario. Y no me refiero a salir en masa y tomar las calles con camisetas moradas, que también, me refiero a que mantengamos los ojos y los cerebros abiertos. Abiertos para detectar cualquier situación de violencia (tanto física como verbal, sobre todo esta última, que a veces nos pasa desapercibida), abiertos para saber frenarla y abiertos para erradicar determinadas conductas. Porque ver y denunciar es un paso enorme, pero educar desde la base es la auténtica clave.

Enseñar cuáles son los pilares (los de verdad) de una relación, cuál es la forma sana de quererse, dónde empieza mi libertad y dónde acaba la del otro, qué es el bienquerer y qué no. Es algo que la mayoría hemos aprendido en casa, pero no todos tienen esa casa. Las aulas pueden ser ese espacio en el que el Día Contra la Violencia de Genéro empiece el camino para convertirse en el recuerdo de una lucha ganada.

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