Análisis

santiago hierro

Arpegios melodiosos de la naturaleza

Nuestra madre la naturaleza nos demuestra que aparte de la belleza de sus dones, que se prodigan en manifestaciones inigualables para deleite de nuestro espíritu, no solo atesora estas exaltaciones para recreo de la vista, sino que tiene una mayor importancia en la percepción del oído, por la sonoridad que emite ella.

Se puede aseverar que sin necesidad de orquestaciones instrumentales, la vida misma y por ende la Naturaleza, nos brinda a menudo todo un concierto musical, exponente de los diversos elementos que la componen, porque estos sonidos desde que hubo vida en la tierra producen notas musicales recogidas desde el propio ambiente, como es el extenso escenario del campo.

Hay que prestar la debida atención, para percibir el continuo trinar de las avecillas, con sus diversas tonalidades, en las amanecidas mañaneras y el zumbido monótono de las abejas, libando el néctar de las flores y el balido de las ovejas, con el tono en clave menor de las crías, acompañado del cantarino murmullo del agua, que discurre por los arroyuelos. ¿No estamos escuchando modulaciones musicales?

Otrora percibimos el viento, más o menos fuerte, haciendo mecer el ramaje de los chopos de la ribera, haciendo silbar o gemir, esparciendo cadencias musicales, o cuando este mismo viento se desliza entre las mieses, balanceándolas y emitiendo en su razonamiento sonidos armónicos, ¿no se produce como un arpegio musical en tono menor?

Después viene los grillos, con el cric-crac sonoro de sus alas, en las noches estivales, al igual que las cigarras o chicharras, que abrasadas de sol entre los cardo borriqueros nos deleitan con el rasgueo de sus membranas, acompañadas con el croar de los ranos en sus charcas. ¿Se puede dudar que sea una balada pastoral?

Y qué se puede decir de la lluvia, cuando mansamente va cayendo sobre la hierba chafada, desfalleciendo en suaves y candentes sonidos, que nos hace contemplar extasiados en su escucha.

En las noches serenas del campo, si prestamos la debida atención, llegan a nuestros oídos cientos de murmullos, gemidos, graznidos, siseos y otros sonidos variados, como el zureo de las palomas, el piar incesante de los gorriones, entre el ramaje de la arboleda, cuando el rey sol se ha ido ocultando en lontananza.

¿No estamos escuchando música?

La música, tanto la que percibimos de estos elementos naturales, como el popular de todos los tiempos, forma una simbiosis coherente con la vida que va emparejada de tal manera que no puede haber vida sin música, pues la misma nos transfiere vida y deseo de seguir viviendo.

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