Ya sé que aún no es matemático, que puede suceder una carambola tremenda (a estas alturas parece más fácil que a uno le toque el Euromillón sin comprar un boleto) y demás, y ojalá -bien saben- me trague estas palabras, pero sí, estamos en el fango más absoluto; y con un hándicap: el barro aún puede deslizarnos más y el tortazo ser todavía mayor. Yo no sé cómo este grupo de jugadores, supuestamente hecho para estar en otras historias bien diferentes y que, según Barragán, "vivía con demasiada presión" desde el inicio (y eso que jugaban sin gente en la grada, la cosa ya tenía su gracia desde el comienzo), va a mentalizarse ahora para tener claro que con un descenso a la vuelta de la esquina igual deben evitar otro. El panorama da miedo.

Que el Ayuntamiento se ponga en el peor de los escenarios posibles para planificar la 21/22 no es ninguna idea descabellada. Y no hay otra salida que una renovación completa; casi hasta el Decano de mi alma va a tener que pasar a ser historia en el ambiente. A mí, ciertamente, me sorprende que haya quien ponga el foco y señale en gran medida, como corresponsables del fiasco, a la "exigencia" general del personal (afición, medios, etc.) por pedir este año simplemente no ya un ascenso, sino no descender. Repetimos: no-des-cen-der. La idea es respetable, pero se sostiene poco. Si una permanencia muchísimo más difícil la consiguieron aquellos macanudos jugadores de 2016, con una situación crítica jamás vivida aquí, o la lograron los de Pavón (¡ay, Pavón…!) en 2017 con otra gesta inconmensurable… ¿De verdad era demoníaco pedir la PRO, ya fuera a la primera o a la segunda, estando en un subgrupo con un nivel como el que hemos visto? Que no se solicitaba una cena con Monica Bellucci, narices, sólo evitar que termináramos de luna de miel con La Bruja Lola… y ahí, con velas negras, estamos.

Como lo deportivo lo tapa todo -tal desastre no es para menos, aunque compro en parte que no sea lo más justo viniendo de donde venimos-, entiendo la desesperación y el cabreo del personal. No soy nadie para pedir absolutamente nada de cara al próximo curso, esté el Decano donde esté, pero no me cabe duda de que, a pesar de todo, la respuesta de los de siempre será de chapeau; el día que el equipo albiazul esté a la altura de su afición sí que la grada verá recompensado tanto esfuerzo. Hasta entonces, la deuda será mucho mayor que la que sale en las cuentas.

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