Análisis

Gumersindo Ruiz

Adaptando nuestras ciudades al cambio climático

Aunque el trabajo de McKinsey Sustainability, que lleva este título, es global, analizando 100 ciudades de todo el mundo, hay ideas que podemos aplicar a nuestro entorno. Trata cinco temas: el calor, las inundaciones, los fenómenos costeros, la sequía, y los incendios; y trabaja con cuatro principios básicos: incorporar cuantitativamente la valoración del riesgo a cualquier planteamiento que se haga sobre la ciudad; utilizar prioritariamente soluciones naturales; contar con sistemas y protocolos de alertas tempranas; y tener respuestas preparadas ante emergencias.

Sobre el calor, la revista Lancet calcula que se pierden anualmente 302 mil millones de horas de trabajo, y no hay que recordar los daños personales por calores extremos. Hay dos propuestas principales. Una es reducir el impacto en las calles mediante árboles, y más que zonas verdes aisladas crear circuitos por donde la gente pueda transitar a la sombra; si vale como ejemplo, en mi ciudad hay espacios como los puentes -abiertos a Este y Oeste-, por donde es un infierno pasar en verano, y nunca he visto sensibilidad pública al respecto. A la reducción del calor en el suelo y edificios por los árboles y podas inteligentes, se une el tratamiento de las calles para que no absorban el calor, pudiéndose conseguirse una reducción de hasta 8º, y los techos de los edificios ("techos fríos"), entre 10º menos fuera y 2º dentro. En cuanto a las inundaciones su prevención es casi imposible cuando se ha permitido construir en cauces naturales seculares, aunque no sean evidentes, pero es responsabilidad de la planificación urbana evitarlo a futuro, contando con que, junto a un sistema de canalización artificial, son imprescindibles cauces naturales. Las riberas de ríos y costas requieren protecciones y espigones, favoreciendo también las soluciones naturales, e impidiendo la proximidad de construcciones. La sequía exige influir permanentemente en la conservación responsable del agua, y acciones como un doble sistema de suministro de agua no potable para el riego en urbanizaciones con jardines. Y en cuanto a los incendios, los ayuntamientos obligan a las comunidades a tener protocolos para evitarlos, pero -de nuevo un ejemplo próximo- descuidan irresponsablemente la poda de árboles públicos en zonas urbanas de peligro, y la vigilancia en días de riesgo.

Una forma de comprometerse en estos temas por ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autonómicos es tener mapas de riesgos definidos, valorar los riesgos, darles prioridad, relacionar acciones posibles, evaluar cada una de ellas, y un programa financiero, dentro de un plan urbano coherente. Sostenible y verde son dos palabras de las que más se abusa y hay tendencia al lavado de cara en temas medioambientales, con informes ambiguos, y datos deshilvanados; pero los problemas en las ciudades son muy serios para tratarlos de manera superficial y como un trámite, y hay que exigir que la participación e implicación de la ciudadanía sea permanente, con un seguimiento de la información. Cada uno de nosotros en su ciudad, grande o chica, puede identificar riesgos latentes, y cosas que habría que hacer para paliarlos, y con ello valorar también los programas políticos de gobierno.

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