Análisis

Roberto Pareja

Abascal ha sobrevolado la Moncloa

La inmolación del yihadista en plena Semana Santa en Sevilla habría catapultado a Vox a cotas inimaginables

Son días de procesiones, de éxodo y de resignación de los que debencumplir sagradamente con su trabajo y sumergirse, quieran o no, en esta bulla ubicua y estruendosa (tambores y trompetas suenan cada año con más vigor, y lo dice uno que se está quedando sordo a golpe de cascos) de la Semana Santa sevillana. Un estruendo doble al compás del fuego cruzado de invectivas de una campaña que quizá ni sirva a la postre para nada si los números no dan para formar un Gobierno ni de izquierdas ni de derechas (Alemania y su gran coalición de la conservadora Merkel con los socialdemócratas, que estáis en los cielos). Un estruendo que pudo ser triple si el universitario marroquí de 23 años que reside desde los 14 en la capital andaluza hubiera logrado inmolarse entre la multitud. Imagine las consecuencias de un ataque de esa magnitud y sus derivas emocionales. Y electorales...

El 29 de febrero de 2004, vísperas de las elecciones generales del 14 de marzo, la Guardia Civil interceptaba las dos furgonetas en las que viajaban sendos etarras a la altura de la localidad conquense de Cañaveras. Una de ellas estaba cargada con 536 kilos de explosivos y la otra actuaba de lanzadera. Según explicó el ministro del Interior, Ángel Acebes, iban a hacerla estallar en Madrid, en una zona industrial, y pies para qué os quiero, que los gudaris de pacotilla nunca han estado dispuestos dejarse la vida en nombre de su ensoñación de una Euskal Herria independiente. Días después, el 11 de marzo, se producía la carnicería en cuatro trenes y ni Acebes ni el resto del Gobierno de José María Aznar estuvieron finos al atribuir mendazmente la autoría de la salvajada a los de siempre, a despecho de un desmentido de primera mano como el de Arnaldo Otegi. "No ha sido ETA", repicaba el brazo político de la banda terrorista. Y le costó caro al PP, que lo pagó en las urnas dejando cara de tonto a Mariano Rajoy, que ya tenía hecha la maleta para trasladarse a Moncloa...

Ahora no está claro si habrá mudanza de Pedro Sánchez. Le dan ganador todas las encuestas, pero depende de la geometría variable de un Parlamento fragmentado, "a la italiana sin italianos", como dice Felipe González.

Lo que no quiere Vox son inmigrantes, ni mucho menos musulmanes. En el bestiario del partido ultraderechista que lidera Santiago Abascal relucen frasecitas antológicas y odiadoras como la del secretario general, Javier Ortega Smith: "El enemigo de España es la invasión islamista".

Tu peor enemigo te puede hacer un gran favor: es fácil imaginar dónde se habrían reconducido cientos de miles de votos turbados si el perturbado Zouhair el Bouhdidi hubiera masacrado las procesiones sevillanas.

De la fatal especulación, a la pregunta del millón: ¿por qué ha anunciado Interior de inmediato su detención en plena Semana Santa metiendo inquietud y hasta miedo en el cuerpo en vez de esperar unos días para colgarse la medallita?

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