Cultura

La voz española de los videojuegos

  • El bollullero José Antonio Rodríguez es uno de los más afamados traductores de la industria nacional

Comenzó como un amor a primera vista. Con tan sólo seis años descubrió en casa de un amigo la Nintendo de 8 bits, compañía que, junto a SEGA, cambiarían para siempre la incipiente tecnología binaria puesta al servicio lúdico. A pesar de su insultante precocidad, fue en ese momento cuando tuvo la certeza que, "de un modo u otro", quería ligar su profesión a esta industria artística.

José Antonio Rodríguez, oriundo de Sevilla pero bollullero de adopción, es en la actulidad uno de los más afamados traductores de videojuegos en España, como demuestra el haber participado en títulos de la dimensión del FIFA, actual icono jugable del deporte rey.

El joven recuerda las vicisitudes que pasaban los jugadores en la época de los ocho y dieciséis bits para poder jugar a los juegos de rol o las aventuras gráficas que, en el mejor de los casos, desembarcaban en España únicamente en idioma anglosajón. No en vano, entender el argumento era condición sine qua num para avanzar en este estilo de juegos y más aun para sumergirse de lleno en el papel del protagonista. El acierto de guiones cada vez más brillantes, profundos y elaborados que brindaban las superproducciones de la época era un pastel demasiado goloso como para renunciar a este.

Sin embargo, jugar con un diccionario de inglés en la mano era como hacer de tu afición una jornada de estudio. Por eso, Rodríguez se tomó como un desafío el aprendizaje del idioma, un dominio del lenguaje anglosajón que le abriría las puertas de juegos de temática más compleja y adulta, en la que se exige la misma destreza con la cabeza que a los mandos del joystick. De esta manera constató la carencia de juegos que llegaran al mercado español sin traducir; obras maestras de este nuevo arte que quedaban vetadas para todos aquellos chavales no muy duchos en el idioma de Shakespeare.

Fiel a esta aspiración, estudió Traducción e Interpretación en Sevilla, con los idiomas de inglés y alemán, para posteriormente realizar un máster de dos años en Traducción Audiovisual que, según cuenta, "constituía la formación más idónea para meter la cabeza en este mundillo".

Como traductor independiente comenzó a bucear en la red en busca de proyectos, en principio sin desechar cualquier ámbito de especialización, a la par que inundó con su currículo los buzones de correo electrónico de las principales empresas del gremio. A través de agencias le llegó su primer contrato y, a partir de entonces, le han llovido las ofertas hasta poder dedicarle diariamente las ocho horas de rigor, como "un trabajo en toda regla", sentencia.

Generalmente, siempre trabaja con un par de proyectos grandes, así como pequeños encargos que "salen un día sí día también". En cualquier caso, su trabajo es arduo y ausente de todo romanticismo: "Trabajo con tablas de textos que voy traduciendo y se van ensamblando automáticamente en la programación del juego. Luego lo superviso jugando de forma superficial, pues, en muchos casos, tengo que realizar mi propio control de calidad del producto", explica el joven.

En su currículo figuran alguna de las grandes superproducciones y juegos triple A, aunque mayormente trabaja al servicio de las agencias, que son las que, en última instancia, son sus clientes más fieles. No obstante, declina priorizar compañías debido a que para él "todas son igual de importantes" y porque en cada trabajo trata de aportar su mejor hacer con el mismo empeño y cariño.

Eso sí, reconoce que uno de los trabajos más divertidos e importantes, "por su repercusión mediática y en concepto de ventas, fue la traducción del FIFA". A pesar de ser un amante del deporte rey, y más concretamente del Real Madrid, destaca que tuvo que ingeniárselas para inventar frases originales para cada momento concreto de un partido de fútbol. Un arduo trabajo de imaginación que tuvo su recompensa cuando Paco González y Manolo Lama pusieron voz a un juego que han disfrutado millones de seguidores en España.

El hogar de José Antonio Rodríguez alberga un pedazo historia de los videojuegos. Más de 45 consolas de distintas generaciones que cincelaron un arte que hoy rivaliza con el mundo del cine en nivel de guión, efectos técnicos y animadores; talento humano que dieron vida a algunas de las obras de arte que alberga su casa: un auténtico museo que abarca 2.500 títulos de consolas como Atari, Nes, Master System, Mega Drive, Super Nintendo, Saturn, Nintendo 64, Dreamcast, Playstation o Xbox.

En esta colección figuran juegos que le marcaron su juventud como Final Fantasy VII, Super Mario 64, Counter Strike, Xenoblade Chronicles o Shemue, amén de otras rarezas muy cotizadas como el cartucho de Nes The Flintstones: Surprise at Dinosaur Peak.

Rodríguez explica que se hizo coleccionista sin premeditarlo, tras atesorar una importante colección con los juegos que le acompañaron en su niñez y juventud. Fue a posteriori, cuando comenzó a tener ingresos propios, el momento en que pudo comenzar a engordar su colección, recopilando en tiendas de segunda mano y portales de internet juegos que no pudo disfrutar en su día.

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