Cultura

Un viaje forense a la China medieval

  • Antonio Garrido narra en su segunda novela, 'El lector de cadáveres', la peripecia humana y profesional del primer juez que vinculó la medicina a la investigación criminal

En la China medieval sólo los jueces más sagaces llegaban a ser forenses, "y aun a riesgo de su propia vida", explica Antonio Garrido, asumían con todas las consecuencias la responsabilidad que acarreaba formar parte de esa élite: "Por irresoluble que pareciera, un crimen no debía quedar impune". Cí Song, explica este ingeniero industrial, profesor de la Universidad Politécnica de Valencia y escritor nacido en Linares en 1963, creó esa nueva profesión, fue el primero de esos jueces que unió medicina e investigación criminal.

En torno a la figura de este personaje (real) gira El lector de cadáveres, una novela publicada por la editorial Espasa que "lo tiene todo para cualquier lector", asegura el autor. "Historia, misterio y suspense, pero también aventura y crecimiento personal", enumera, se conjugan en esta novela "de ritmo trepidante" que alcanza, respetando los cánones editoriales de los últimos tiempos, la generosa extensión de casi 600 páginas. Garrido, que se define como "cazador de historias", supo de la existencia de su protagonista, nacido en la década de 1180 y fallecido a mitad de la siguiente centuria, a través de un foro de forenses que frecuentaba en internet a la busca de materiales "emocionantes para el lector".

"Instauró procedimientos como la conservación de órganos en frigoríficos para su posterior estudio, la extracción de moldes de escayalo de los rostros de los cadáveres para identificarlos, porque hoy existen las morgues y la fotografía, pero en aquella época no; el cotejo de huellas dactilares, que en aquella época se usaban en los documentos de compraventa; también empleó reveladores químicos que podían sacar a la luz heridas ocultas incluso en los propios huesos; fue el primero que se hizo cargo de la entomología forense...", enumera el escritor, que cayó rendido, dice, ante el carácter audaz y perseverante del personaje. "La novela va más allá de lo documental. Me interesaba la historia de ese joven que quiso de verdad aportar algo a su comunidad. Para ello tuvo que enfrentarse a la incomprensión, las envidias y celos no sólo de sus compañeros de estudio sino también de sus maestros y sus superiores, del poder establecido en general, porque en aquel entonces las investigaciones judiciales estaban basadas en el esoterismo", dice.

El trabajo de documentación fue exhaustivo, cuenta. Visitó decenas de museos de historia natural repartidos por el mundo, buceó en una "ingente bibliografía, sobre todo en inglés"; incluso presenció una autopsia real, una experiencia "impactante", recuerda, y que "no puedes quitarte de la cabeza", pero que le sirvió para poder relatar algunos hecho de modo "suficientemente delicado para que no provoquen rechazo en el lector". Un proceso, en fin, que desembocó en el descubrimiento de "las costumbres de una época misteriosa" y los entresijos de una sociedad "verdaderamente sorprendente". Y también, claro, en una novela que "seguramente tendrá una difusión mayor que la primera", titulada La escriba.

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