Un mundo georreferenciado

El tiempo de la geolocalización

  • La incorporación de sensores GPS, integrados en nuestros dispositivos de uso común ha convertido, prácticamente a la totalidad de la población, en cartógrafos de su quehacer diario

Cualquiera dispone hoy de un smartphone con increíbles capacidades para el geoposicionamiento.

Cualquiera dispone hoy de un smartphone con increíbles capacidades para el geoposicionamiento.

EL mundo que nos rodea, a menudo virtualizado por programas informáticos, simuladores y aplicaciones móviles de todo tipo, se encuentra sometido, en estos tiempos que nos ha tocado vivir, a una aparentemente innecesaria obsesión por conocer dónde estamos, aparentemente innecesaria, sí, para todos menos para quienes, conocedores de la importancia que tiene, traducida en dinero, el conocimiento de hábitos, gustos y movimientos de potenciales clientes que identificar a todo aquel que tenga algo que venderles, han hecho de este recurso, el de la geolocalización, un producto en sí, concreto, definido y sobre todo, muy valioso.

Indudablemente, la incorporación de sensores GPS, integrados en nuestros dispositivos de uso común (teléfonos, tabletas, relojes,...) ha convertido, prácticamente, a la totalidad de la población, en cartógrafos de su quehacer diario, lo que no ha de ser preocupante más que para el que no siendo consciente de ello, expone abiertamente el mapa temático de su vida. Sin embargo,  y esto resulta más inquietante, también ha dado alas a quienes, sin saber volar y sin querer, además, aprender a hacerlo, osados e ignorantes a la par, pretenden convertirse en profesionales de una ciencia  que adquirió tal rango tras siglos de estudio, y no a través del uso fácil, simplista y aprovechado  de unos aparatitos que, si no sabes comprender, tienen cierta tendencia al engaño ... pero esto, será motivo de otra reseña.

Hoy todo tiende a estar convenientemente georreferenciado. La geolocalización exige georreferenciación. Empieza a ser una prioridad, que llega con muchos años de retraso, pero que inevitablemente se nos ha presentado sin posibilidad de rechazo. No se trata solo de un recurso que, como he planteado anteriormente, se sirve de las nuevas tecnologías para hacer negocio, se trata también de una exigencia de conocimiento sobre nuestro entorno, que nos permita, de una forma dinámica y eficiente,  trabajar y estudiar materias que pueden presumirse dispares, pero que en cualquier instante pueden pasar a estar relacionadas por una mera cuestión espacial. No solo interesa reconocer la existencia “de”, sino que prima concretar su ubicación exacta como dato de partida, ya sea para mensurar las interacciones que se generan en cada momento, o bien para prever aquellas otras que se producirán a futuro.

El concepto de georreferenciación, tan actual que ni siquiera es aun reconocido por la RAE, tiene, en realidad, un fundamento que ha sido comprendido y puesto en práctica desde tiempos inmemoriales por topógrafos, cartógrafos y geógrafos, gremios encargados tradicionalmente de mostrarnos, en dibujos, el mundo tal cual lo hemos ido conociendo, y sobre él, lo que ha interesado emplazar, ya sean pequeñas delimitaciones de lo propio, grandes proyectos de ingeniería, rutas comerciales o de navegación o la distribución de determinados movimientos socioeconómicos, por citar algunos.

La técnica es bastante simple y solo exige tener, una base gráfica (plano, mapa o imagen aérea), sobre la que ubicar, y un método que permita localizar (posicionamiento GPS, apoyo topográfico en una red previamente establecida, observación al Sol o a la Luna, ....), todo ello, eso sí, enmarcado en un mismo sistema de representación que nos permita proyectar la superficie terrestre, tridimensional y esférica, sobre otra plana que utilizamos como base,  y en un mismo sistema de coordenadas, que nos defina idénticos origen, referencia, unidades, forma de medir...

Podemos simplificarlo aún más. Todos hemos compartido con familia y/o amigos alguna partida al juego de los barquitos, “Hundir la flota”, para los más jóvenes. Lo primero que se hacía, antes de empezar a situar buques de  dos, tres o cuatro cuadritos, era plantear el sistema de representación y el sistema de coordenadas que se iba a utilizar, normalmente una cuadrícula dibujada sobre una hoja de papel en la que a cada columna le correspondía una letra y a cada fila un número, de tal forma que cualquier posición localizable en el tablero de juego quedase definida por sus coordenadas (letra-número). Y es en este punto donde se ha de comenzar a tomar conciencia de la importancia de este concepto, porque a nadie se le escapa que una partida en la que un jugador hubiese codificado su tablero con letras para columnas y números para filas y el otro lo hubiese hecho con números para las columnas y letras para las filas, se hubiese convertido en una competición imposible de controlar, al menos, para quienes no tuviesen un talento especial para calcular transformaciones matemáticas sobre la marcha.

Así, al georreferenciar cualquier elemento que resulte interesante tener localizado, simplemente hacemos eso, enmarcarlo en un tablero global, utilizado de forma generalizada por todos y para todos, definido no por ocho filas y ocho columnas, sino de forma algo más compleja que en cualquier caso no nos ha de asustar, y en el que las coordenadas se muestran, en lugar de con letras y números, con otros valores más adecuados, que ya habrá tiempo de intentar entender. Da igual lo que pretendamos localizar geográficamente, cosas que son, proyectos que serán o actitudes que parecen ser, lo verdaderamente importante es que todos utilicemos, tanto al imponer la ubicación, como al leer el emplazamiento, las mismas referencias. Y si ya lo queremos hacer de una forma más adecuada, desde el conocimiento de la precisión con la que se ofrece y se obtiene la información, porque aún cuando equivocadamente se asume que todo es cierto y preciso, realmente no es así, o no lo es al cien por cien. No se necesita el mismo grado de exactitud, y de hecho ni se obtiene ni se ofrece, cuando pretendemos conocer la ubicación de una embarcación, en mitad del mar, que cuando nos referimos a un vértice geodésico que justamente ha servido, durante décadas, al correcto geo-posicionamiento de cientos, miles de proyectos desarrollados. 

Desde esta pizarra, que he querido llamar “un mundo georreferenciado” intentaré, en sucesivas entregas, hacerles conocedores de en qué y como participan y sufren los aciertos y errores de esta imposición social y tecnológica, porque aun no siendo conscientes de su intervención, la realidad, créanme, es que colaboran todos los días con ella.

Juan Isidoro Muñoz Chacón es Delegado provincial en Huelva del Colegio Oficial de Ingeniería Geomática y Topografía.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios