Cultura

El tiempo detenido en tres escenas

Y el tiempo se detuvo. Y miró atrás. Cualquier tiempo pasado… Leonardo se jugó el tipo volando por el Arno, despreciando la belleza continua. Goya y Turner no existieron, cayeron presos siendo niños de una falange de conservadores del hombre original. Eiffel fue fusilado al lado de su torre derruida. Muera Picasso y sus falsedades, gritaban los opositores a la libertad de expresión. Wilde a fuerza de palos fue un machote. Como tiene que ser, argumentó Boris Vian. A Joyce le desaconsejaron que en un día escribiese las estupideces de un tal Bloom. Bergman, desmemoriado, al final, fue el director de Lo que el viento se llevó, mientras Godard tiró sus cuadernos al río proclamando que Dios existe y el tiempo es mucho más feliz si está detenido, y atrasado. El ADN, a la hoguera. Viva los Amish. "Querida, eres tan inmadura. Crees que al decir lo siento todo el pasado puede corregirse", dijo Clark Gable.

Esto no fue un sueño. Lo he vivido.

Hoy, 28 de diciembre, el día de los Santos Inocentes, he ido de paseo con los niños. Una exposición en Casa Colón me ha llamado considerablemente la atención. María Isabel Castilla muestra sus obras con el tiempo detenido. María Isabel pinta un mundo que ya no es, que no está. Y gusta a una mayoría a rabiar. Castilla tiene una mano legítima y una imaginación entusiasta, pero no somos capaces de comprender como un rostro tan bello como la señora (¿María Magdalena?) que se rinde a Jesús puede competir con escenas y procedimientos de otras épocas. Me parecen magníficos algunos toque de gran pintora que afloran en rostros y desnudos, que me recuerdan a Segura, Labrador o Domingo Delgado, pero esa mano no necesita detener el tiempo para sentirse convincente. Es más, atesora tanto que puede ser igual o mejor si narrara la verdad del hombre de hoy, que es el hombre de mañana, sin sumergirse en especulaciones románticas o rococó.

Es una pena, pues María Isabel Castilla sabe de lo que es capaz.

Con seis niños, menos mal que no habían más primos, fui al Museo de Huelva. Martes, 28 de diciembre, 12:05.- El Museo cerrado… hasta las 14:30. Tras un diálogo marxista (de Groucho) con el portero, portador en sus tuétanos de un convenio del fuero de los trabajadores, desistí pedirle más explicaciones. Iba con seis niños al Museo, a enseñarles flechas, carros, vasijas, bustos y sarcófagos de otros tiempos. No pude. Un martes por la mañana, y de Navidad, Museo cerrado, según reza la leyenda. Ruego, a quien competa, que los martes, de vacaciones, las madres y los padres, miembros y miembras de esta comunidad de vecinos denominada Andalucía, nos gusta enseñar a nuestros hijos lo que nuestros padres (y madres) nos enseñaron. Con esta programación, estoy convencido que el domingo 2 abrirá el Museo sus puertas. ¿A quién?

Flexibilidad no riñe con raciocinio. Con Navidad.

12:08.- ¿Qué hago con seis niños y a estas horas? Pensé en enseñarles flechas, carros, vasijas, bustos y sarcófagos de Nintendo, Marvel, Popular de Juguetes, Famosa, Imaginarium…, pero, no, no son iguales a las del Museo. ¿Al Parque de los Monos (hoy Palomas)? Como posesos todos gritaron afirmativamente.

Allí nos fuimos, Gran Vía, Plaza de las Monjas, Rascón, Bocas y … otra vez el tiempo detenido. Lo que creía un aparcamiento tras la lenta demolición del Mercado se ha convertido en la feria de un pueblo… ¡de hace 30 años! O más.

Tras el disgusto, llegamos al parque, que, por cierto, está magnífico. Conseguí meter mis orejas mientras otras sufridas madres hablaban de Kant. "Yo, le decía la más diligente a la otra, al Centro no vengo a comprar. El Touareg no puedo aparcarlo, así que yo… al Centro Comercial. Allí encuentro de todo".

Con el tiempo detenido, regreso a casa. Y no salgo. Enciendo el video y una y otra vez escucho a Vivien Leigh decir: "A Dios pongo por testigo que no podrán derribarme. Sobreviviré, y cuando todo haya pasado, nunca volveré a pasar hambre, ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que mentir, robar, mendigar o matar, ¡a Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre!".

A veces detener el tiempo está bien, nos hace sentir jóvenes, pero tanto… nos ancla, nos separa del futuro. Dejemos que las agujas del reloj marquen su camino. El futuro es cambio, innovación. Ni el mismo Cristóbal Colón en la Plaza de las Monjas podrá con Viven Leigh. Espero.

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