Cultura

Los cuatro temperamentos del piano

Esta es una historia algo atípica del piano, desde sus modestos orígenes allá por 1700 hasta el multiforme éxito de nuestros días. Atípica porque, pese a su título, la obra no tiene una estricta organización cronológica, aunque hay un eje temporal en torno al que se organiza la información, pero Isacoff se complace en los saltos, en las interpolaciones de amplias citas (que se ofrecenen tipografía diferenciada) y en agrupar a compositores y pianistas por su carácter. Como reflejo de los cuatro elementos de la antigua filosofía griega o de los temperamentos hipocráticos, los autores e intérpretes son agrupados en cuatro categorías: inflamables, alquimistas, rítmicos y melodistas, y a partir de este esquema se compone en los capítulos centrales, los más extensos del libro, un mosaico de nombres y estilos en el que la indudable erudición del autor se equilibra con un amplio anecdotario y algunas trazas de opinión, nunca controvertida.

Hay desde luego cierta simplificación en esta forma de clasificar a los músicos, que hace a Beethoven padre de los inflamables, centra el estudio de los rítmicos en el jazz y convierten a Schumann o Satie en puros melodistas, pero los hilos que los van engarzando no resultan caprichosos y hay que reconocer a Isacoff el esfuerzo no sólo por encontrar los caminos, a veces tortuosos, para enlazarlos, sino también por romper barreras entre géneros, al dedicar la misma atención a los pianistas de jazz que a los clásicos y no obviar el rock. La información es profusa, pero está bien articulada y el estilo resulta fluido y grato. La mirada en todo caso no deja de ser típicamente anglosajona, estadounidense, aunque se hace hincapié en las escuelas rusa y alemana y se plantea un breve recorrido por casi todo el mundo, en el que se establece una vinculación entre nacionalidad y carácter que a veces parece algo pueril y en el que el pianismo español se hace casi invisible: entre los intérpretes sólo se cita a Cubiles (y por su presencia en Hollywood) y a Alicia de Larrocha; peor les va a los compositores: un grandísimo del piano como Albéniz no pasa de la escueta referencia.

Stuart Isacoff. Turner. Madrid, 2013. 383 págs. 25,90 euros

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