Cultura

Los salvados y los hundidos

Directores Herbert Biberman, Edward Dmytryk. Tribanda.

El sello Tribanda edita en un mismo pack y contenidas bajo el lema "La lista negra" dos películas de damnificados por los desmanes del senador McCarthy. Claro que, entre La sal de la tierra (1953) de Herbert Biberman y The hidden room (1949) de Edward Dmytryk hay diferencias sustanciales, siendo el primero de ellos un docudrama de notables implicaciones ideológicas y éticas y el segundo una socarrona cinta de suspense sobre la flema británica aplicada al ensayo del crimen casi perfecto. Además del abismo ético-estético que separa estos títulos, no hay que olvidar que Dmytryk rodó la suya en el exilio inglés (hacia donde se vio obligado a huir después de pasar por prisión como uno de "los diez de Hollywood" tras la primera y fatídica comisión parlamentaria de la HUAC), muy poco antes, entonces, de regresar a EEUU para renovar el pasaporte y sacudirse los problemas laborales de encima mediante una sonada delación que le complicó aún más la vida a alguno de los compañeros que habían compartido su misma suerte y a él le dio un dudoso salvoconducto para seguir en la industria (en la que se dedicaría, salvo contadas excepciones, a la confección de mamotretos cursis). Así, y si es verdad que The hidden room deja sitio al entretenimiento con perro incluido y lanza dardos envenenados contra el conservadurismo radical de los prohombres de las islas británicas, es en La sal de la tierra donde más merece la pena abrevar el ánimo: por su vigencia en tanto denuncia social y como colección de pregnantes retazos de real, los que emiten los rostros de unos intérpretes que son los mismo que, con anterioridad, protagonizaron en verdad -y lejos de esa inefable fotogenia que Biberman toma prestada de los maestros soviéticos- los acontecimientos, es decir, la huelga de mineros de Silver City (Nuevo México) que demandaba mejores condiciones laborales y vitales para los trabajadores y en la que la participación femenina -que pudo superar el legendario obstáculo del machismo sindicado- fue esencial para dotar de poder a la reivindicación. El filme de Biberman es, afortunadamente, la prueba viva de que casi todo es posible en cine, de que a veces no hay manera de acallar el grito resistente, como le ocurrió a este grupo de expatriados de Hollywood reunidos para la ocasión.

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