Cultura

Los rostros del amor absoluto

  • Guillermo Weickert se inspira en el 'Cantar de los cantares' para 'Lirio entre espinas', la obra que convierte el monasterio de San Isidoro del Campo en un escenario privilegiado

Cuando el coreógrafo onubense Guillermo Weickert visitó el monasterio de San Isidoro del Campo de Sevilla con el encargo de desarrollar allí una producción del Festival de Itálica, supo que la obra tendría que evocar de algún modo el pasado de ese espacio emblemático, tan majestuoso como desconocido para gran parte de la población, pero su prudencia le aconsejó que no podría concentrar la apasionante Historia que encierran sus paredes. Pronto encontró la clave que le ayudaría a articular una propuesta "desde la sugerencia": evocar el Cantar de los cantares, uno de los textos que tradujo dentro de esos muros el religioso Jerónimo Casiodoro de Reina, responsable de la primera versión completa en castellano de la Biblia, la conocida como la Biblia del Oso. El bailarín halló en ese libro de extraordinaria sensualidad, en su descripción del amor y la embriaguez de los sentidos, "un puente para temas que en la compañía nos rondaban por la cabeza, que queríamos tratar". De ese interés surge Lirio entre espinas, el montaje que convierte en escenario el enclave monumental y donde la compañía del onubense representará seis funciones, desde este lunes 8 hasta el 19 (también los días 11, 14, 15 y 18).

"Nos interesaba hablar de la historia de San Isidoro del Campo, que es tan potente, pero queríamos hacerlo desde la sugerencia, que el espectáculo ayudara a que la gente quisiera conocer este espacio", explica Weickert, antes de ofrecer un curioso paralelismo entre el edificio y la creación coreográfica. "Para los sevillanos, San Isidoro del Campo sigue siendo un gran desconocido, saben que está ahí, que deberían venir algún día, lo tienen en su agenda. Ocurre algo similar con la danza contemporánea: hay gente que sabe que existe... pero aún no ha tenido la oportunidad de conocerla".

Lirio entre espinas se interpreta en el Claustro de los Muertos, donde se enterraba a los monjes que fallecían, una ubicación que ha imprimido al espectáculo ese vitalismo que brota tras tomar conciencia de la brevedad de la existencia humana. "Será una celebración de la vida", expresa Weickert sobre un montaje "muy sencillo" que reivindica el cuerpo como un canal de conocimiento, que apuesta por la exploración de los sentidos pero ahonda también en la coraza con que el ser humano se resguarda de los afectos. "Es muy importante de puertas para adentro la reflexión, pero lo que queremos es que la gente viva muchas emociones", apunta.

Será la primera ocasión en la que Weickert, uno de los valores indiscutibles de la danza andaluza, elabore con su compañía un espectáculo en el que él no actúa. El creador de Material inflamable y Días pasan cosas cede el protagonismo en esta ocasión a Iris Heitzinger y Natalia Jiménez, "dos bailarinas estratosféricas, con un dominio técnico impresionante", y al actor Sandro Pivotti. Pero la obra contiene también otra novedad en la carrera del coreógrafo: nunca hasta entonces había trabajado con voces en directo. Los cantaores Paco Contreras El Niño de Elche y Charo Martín participan en el proyecto "aunque no queríamos hacer un espectáculo flamenco", matiza Weickert sobre una propuesta que abarca más registros. "Nos dijimos que para qué vamos a inventarnos un folclore cuando ya tenemos uno. Lo que pasa es que también nos movemos en un terreno experimental: la música es de Vitor Joaquim", habitual en los trabajos del intérprete junto a las productoras de El Mandaíto y la iluminación de Paloma Parra.

En el equipo técnico desempeña un papel clave Patricia Buffuna, que con su vestuario ha ayudado a definir la filosofía de la pieza. Los diseños en paja limitan y dificultan los movimientos de los intérpretes, un reflejo de "la incapacidad de entregarnos al amor a pesar del deseo", dice. El bailarín cree que el aforo, limitado a 90 personas por función, propiciará una mayor emoción. "Tenía la necesidad de trabajar en intimidad con el público, y eso es algo que no se podía dar en el Teatro Romano. Este espacio predispone a que los sentidos se abran", apunta un creador que no sabe si Lirio entre espinas se verá más allá de San Isidoro del Campo. "Contamos con artistas muy buenos, y eso tiene una contrapartida, que tienen la agenda muy ocupada. Ojalá tenga una larga vida, pero el espectáculo ha sido pensado para San Isidoro del Campo".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios