Cultura

El retrato como vehículo estético y cultural para sobrevivir al tiempo

  • En la colección del Museo de Huelva suponen uno de los conjuntos más variados del fondo de Bellas Artes · Los treinta y seis artistas representados tienen en común el interés por la figura humana

La oferta central del Museo de Huelva para este verano es una interesante exposición sobre el retrato que recupera la importancia en las salas de la colección de Bellas Artes de la propia institución, que se ve obligada a compaginar su presencia con exposiciones temporales, así que entre el dinamismo expositivo de estas ahora la colección permanente vuelve a poner de relieve la importancia de estos fondos mediante esta exposición.

El retrato pictórico, como lo concebimos en el ámbito occidental, surge a principios del siglo XV siendo desde entonces uno de los temas fundamentales de nuestra cultura, durante siglos el retrato, pictórico, escultórico o grabado, fue el único medio de plasmar los rasgos físicos del individuo, de fijar su imagen en la memoria y en la Historia, de sobrevivir al tiempo en definitiva. La invención de la fotografía en el siglo XIX parecía suponer, en principio, la decadencia de las técnicas utilizadas hasta entonces por este género; pero sin embargo no sucedió así, el antiguo lenguaje no desaparece sino que se transforma y ha llegado vigoroso a nuestros días -tras drásticos avatares- si bien con unas funciones más amplias que las meramente figurativas y representativas.

Aparte de sus valores plásticos el retrato tiene múltiples significados: exaltación del individuo, imagen política de representación, exaltación ideológica y del poder, lo íntimo y confidencial del autorretrato y el retrato familiar o de amistad. Basándonos en estas premisas se han articulado una serie de bloques expositivos y dentro de cada uno de ellos la diversidad cronológica y estilística nos permitirá apreciar su evolución: El artista. El retrato como símbolo de estatus social. Una visión moderna, la renovación del género. La escultura, el retrato en el espacio.

Los retratos de la colección del Museo de Huelva constituyen uno de los conjuntos más variados de entre los que componen sus fondos de Bellas Artes. Los treinta y ocho artistas representados en la exposición tienen en común el interés por la figura humana a pesar de su pertenencia a corrientes artísticas muy diferentes y al amplio arco cronológico que, si omitimos la retratística romana, va desde la segunda mitad del siglo XVII al siglo XX, un período de trescientos cincuenta años en que se producen trascendentales cambios en el ámbito económico, político y social que marcarán la evolución del arte español desde el Antiguo Régimen a la contemporaneidad.

En estos retratos hay una amplia representación de la escuela sevillana pero con presencia valenciana y madrileña también, a destacar las pinturas de artistas onubenses de principios del siglo XX y sobre todo el amplio número de obras de Daniel Vázquez Díaz, un coherente conjunto de retratos: intelectuales, toreros, escritores y miembros de su entorno familiar que proporciona una rica perspectiva de la obra de uno de los principales artistas españoles del siglo XX, que a lo largo de su carrera fijó de manera perdurable la imagen de la intelectualidad de su época, los Hombres de mi Tiempo como él los llamó.

Son cinco salas, en la primera las obras expuestas invitan a reflexionar sobre el papel del arte en la construcción de una estética y una simbología que sirven de señas de identidad a cada momento cultural. En la segunda los retratos de familiares y amigos, donde el artistas resulta más espontáneo. Hay otro apartado del retrato el de representación, es el ser y parecerlo, el retrato muestra su alta jerarquía a través de una apariencia grave. El retrato burgués, el de tanto eres tanto vales, en el que el pintor indica el estrato social al que pertenece el modelo. La sala quinta se dedica al retrato popular entendido como manifestación del día a día del pueblo llano, la vida cotidiana, fiesta o el trabajo. Una última sala de pintura está dedica a la visión moderna como renovación del género, no sólo desde la vanguardia más osada, sino también desde la más atemperada que convive con el academicismo. La última sala está dedicada a la escultura, como el retrato en el espacio.

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