manuel moyano. escritor

"El realismo a machamartillo nos lastra desde la época del 'Mio Cid"

  • El cordobés publica en Menoscuarto 'El abismo verde', novela en la que fusiona la aventura y la fantasía

  • Acaba de ganar el premio Carolina Coronado con 'La hipótesis Saint-Germain'

Manuel Moyano.

Manuel Moyano. / el día

Un joven sacerdote asediado por dudas teológicas que llega en misión al remoto pueblo selvático de Agaré es el protagonista de El abismo verde (Menoscuarto), la nueva novela de Manuel Moyano (Córdoba, 1963), finalista del premio Herralde en 2014 con El imperio de Yegorov.

-Una obra que remite a los clásicos de la literatura de aventuras y la fantástica... ¿Cómo se planteó este proyecto?

-De niño y de joven leí, como todo el mundo, novelas de aventuras. Pasado el tiempo, tengo la sensación de que aquella fue la forma de lectura más pura. Uno se zambullía completamente en aquellos libros, vivía dentro de ellos. Leer era como hacer un viaje a otro lugar y a otra época. Con el tiempo, uno pierde la capacidad de leer de esa forma, y más si se dedica a escribir, porque entonces se fija también en las técnicas y en el estilo del autor, y eso, en cierta forma, pervierte la experiencia. Mi propósito al escribir El abismo verde era volver a aquellas lecturas iniciales, puras y desinhibidas.

-Efectivamente, es una obra que de alguna manera puede interpelar a la memoria más gozosa del lector experimentado, aquella que remite a sus lecturas de la primera juventud...

-Sí, esa era la idea antes incluso de apretar la primera tecla. Sabía que para conseguirlo tenía que hacer varias cosas, y una era no dejarme influir por los muchos prejuicios que hay en España (desde siempre) por los elementos fantásticos y de pura aventura. Casi ningún escritor que yo conozca y que pretenda alcanzar cierto renombre se atrevería a sacar criaturas como las que aparecen en la novela. A diferencia de lo que ocurre entre los anglosajones, aquí todo es demasiado rígido, nadie se atreve a dejar volar su imaginación, no sea que alguien le señale diciéndole que está haciendo el ridículo. El realismo a machamartillo nos lastra desde la época del Mio Cid.

-Hay elementos que remiten a El imperio de Yegorov...

-Tal vez porque sea imposible diferir por completo de uno mismo. En esa novela anterior hay también parte de este empeño en recuperar la novela de aventuras, aunque no es tan explícito y, por otro lado, recurrí a varios géneros más. Otro elemento de indudable conexión es la selva. La selva y los misioneros. En parte se debe a que, preparando algunos libros anteriores, he llegado a conocer a varios misioneros que estuvieron destinados en entornos tropicales, y eso me ha facilitado la ambientación y la caracterización de algunos personajes.

-¿Qué elementos deben confluir para que se plantee darle forma narrativa a una idea?

-El más importante, que me atraiga. Es difícil escribir una novela, hay que vencer la tendencia natural del ser humano a la pereza. De joven, uno lleva dentro cierto espíritu que le impulsa a escribir contra viento y marea, pero con la edad eso va disminuyendo sensiblemente. Por tanto, no hay manera de ponerse a escribir una novela (que alguien comparó con tragarse una vaca) si la idea no te resulta lo suficientemente estimulante. Luego, hay que tener el propósito, aunque sea vago, de comunicar algo; un libro es en cierta forma como una declaración. Por último, aunque quizá sea lo más importante, hay que encontrar el tono. Si no doy con un tono que me guste, que me lleve en volandas, no puedo seguir adelante.

-¿Echa en falta en la narrativa actual más propuestas de este tipo?

-Absolutamente. Si hablamos de la narrativa española, no solo las echo en falta en la actualidad, sino prácticamente desde su fundación. Ya lo he comentado antes: el realismo se ha quedado pegado al espíritu nacional como el alquitrán reblandecido a una zapatilla. Autores como Stevenson, Orwell, Lovecraft, Asimov o Stephen King, por citar un espectro amplio, aquí no hubieran tenido nada que hacer, hubiesen sucumbido arrastrados por la fuerza de la corriente general. Con todo, debo decir que no soy enemigo a priori de ninguna tendencia literaria. Me gustan mucho nuevas formas como la autoficción o la novela de no ficción. Me encanta Enrique Vila-Matas, que a su manera también escapa del realismo patrio.

-Dice su editorial que navega a contracorriente...

-Pues imagino que lo dicen por todo lo anterior. Trato de navegar contra el realismo hegemónico, que generalmente me aburre a más no poder, a pesar de ser muy cacareado en los medios. No acepto que no se puedan escribir en España novelas como las de los autores que he citado antes. No me resigno a ese apocamiento literario.

-¿Cómo ha evolucionado su voz narrativa?

-Desde el punto del estilo, creo que he seguido una evolución bastante común entre los escritores, consistente en alejarse un poco del barroquismo verbal para ir aproximándose a un estilo más natural. Desde el punto de vista del género, he ido pasando poco a poco de las distancias cortas, relatos y microrrelatos, a la distancia larga, o sea, a la novela. Ha sido una aclimatación dura, pero El abismo verde ya es mi cuarta novela publicada.

-¿En qué trabaja ahora?

-En concreto, estoy corrigiendo una novela que acaba de ganar el premio Carolina Coronado en Almendralejo, Badajoz, y que saldrá publicada en Algaida con el título La hipótesis Saint-Germain. Javier García Hernández está ultimando unas magníficas ilustraciones para una novela infantil que saldrá en Raspabook, Aventuras del piloto Rufus, y corrijo a ratos un libro que mezcla viajes a pie con la investigación de varios crímenes, Cuadernos de tierra. No sé muy bien qué escribiré en el futuro, pero me atrae la novela de no ficción.

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