imanol uribe. director de cine

"Los partidos políticos lo enmarañan todo, impiden reflexionar con tranquilidad"

  • El cineasta, ganador del Goya y de dos Conchas de Oro, estrena 'Lejos del mar', una película sobre las secuelas de la violencia con un terrorista y la hija de una víctima como protagonistas

Tras La muerte de Mikel y Días contados, Imanol Uribe (El Salvador, 1950) se había prometido no abordar más el tema de ETA en sus películas. Pero una historia fue centrando su atención y apartándolo de aquel propósito: el encuentro de un terrorista que sale de la cárcel (Eduard Fernández) y la hija (Elena Anaya) de la víctima a la que asesinó. En Lejos del mar, producción de la sevillana Maestranza Films estrenada este fin de semana en los cines, la colisión entre estos dos personajes extremos ayuda al cineasta a preguntarse sobre las secuelas del conflicto vasco y la difícil convivencia con el dolor.

-Cuando presentó la película en San Sebastián, dijo que le importaban más las relaciones personales que el análisis político.

-La película quiere reflexionar sobre las consecuencias que la violencia tiene en las personas, a medio y a largo plazo. Las noticias que aparecen en la prensa y en los informativos se acaban, pero el daño se queda en las personas que han sufrido esa violencia, y perdura a lo largo de los años. Ése era el origen de la historia. Para hablar de eso, me parece, es necesario alejarse de la política inmediata, porque enseguida con los partidos se enmaraña todo, los argumentos se vuelven una cosa arrojadiza, y no te dejan reflexionar con tranquilidad.

-Usted, desde luego, no ha tirado por el lado fácil. Lejos del mar plantea una reflexión que incomoda tanto a unos como a otros.

-Sí, pero es un tema que había que afrontar. Si nuestro trabajo sirve para que se debata, bienvenido sea. No pretende ser una película dogmática que plantee soluciones ni caminos por los que seguir. Yo me dije que no iba a rodar una película más sobre ETA, pero al final he vuelto a hacerlo. El momento ahora es muy distinto al de cuando hice La muerte de Mikel o Días contados. Hay que cerrar página, pero saber del pasado, verlo.

-En ningún momento de la historia, Santi, al que da vida Eduard Fernández, recurre a sus ideas para justificar sus actos.

-Es un etarra que sale antes de la cárcel por la doctrina Parot, que no está preparado para reincorporarse a la vida, al que la libertad le ha pillado con el paso cambiado, que se va al sur con la excusa de ver a un colega que está enfermo y tiene la desgracia de cruzarse con la hija de su víctima. Da la impresión de que en otras circunstancias, si no hubiese hecho lo que hizo, sería una persona bastante razonable. Pero es responsable de sus actos, y se ha arrepentido, pero no queríamos retratarlo como un arrepentido político. No es un hombre dogmático, es un tipo que se ha querido alejar de todo y que está en su reflexión personal.

-Sorprende el comportamiento del personaje de Elena Anaya, pero, en el fondo, es una mujer con una gran herida, que necesita comprender por qué ha ocurrido todo.

-Ella parece tener una vida organizada, es médico, tiene un marido, un hijo... Pero lo trabajamos como un personaje averiado. Es una chica con un shock terrible porque matan a su padre delante de ella cuando apenas tiene ocho años. Eso lo ha tapado, lo ha escondido, pero ahí está, y de repente sale en toda su crudeza. Establece una relación muy poco racional con el asesino de su padre, de acercamiento, alejamiento, atracción y repulsa.

-A su lado está el marido, al que interpreta José Luis García Pérez, y que representa la imposibilidad de acceder a un dolor tan hondo como el de ella.

-Sí, lo enfocamos por ese lado. Él, de manera colateral, también es una víctima. Conoció a esta mujer tiempo después de que ocurriera todo, pero cuando rascas un poco descubres que está muy perturbada. Y eso altera su convivencia. Es muy difícil ponerse en la situación de una víctima si no has vivido algo así. Y ante un golpe semejante, además, cada uno reacciona de una manera muy distinta.

-Da la impresión de que los intérpretes se han entregado al proyecto y no han tenido miedo de adentrarse en las zonas más turbias de sí mismos.

-A veces los actores te dan claves de los personajes en las que tú no habías pensado. Eduard y Elena se involucraron desde la primera versión del guión, en el rodaje formamos una piña y hay muchísimo de ellos en la película.

-Para contar una historia tan dramática han elegido un tono muy contenido.

-Es una película muy desnuda, tanto en músicas como en diálogos. Sobre todo, en la primera parte, la relación entre los dos personajes es de silencios, de miradas. Estaba bastante apuntado en el guión, pero en el rodaje acentuamos ese aspecto. Los guiones, como su nombre indica, no son más que guías. A mí me gusta que las cosas crezcan en el rodaje, que la película vaya adquiriendo una vida propia ahí.

-La película se presentó en el pasado Festival de San Sebastián. Ha llegado a las salas casi un año después. ¿Costó mucho encontrar distribución?

-Eso lo debería responder el productor, Antonio Pérez. Sé que ha habidos problemas de fechas, que el tema que trataba tenía cierta dificultad... Yo he intentado estar en otros proyectos porque si te quedas esperando te vuelves loco. A raíz de esta película se puso en contacto conmigo un policía de Barcelona para contarme una historia increíble en la que había participado, y me he puesto con ella. Y además estoy colaborando con un escritor salvadoreño, que ha publicado un libro sobre la masacre de los jesuitas en El Salvador en el año 89. Como yo nací en El Salvador, y además la novela es estupenda, me sentí muy atraído por adaptarla.

-Para Lejos del mar ha rodado en el Cabo de Gata, donde ya filmó Bwana.

-Me parecía que ese paisaje le venía muy bien a una historia tan hiriente. Es un escenario muy bello, pero también muy duro, y creo que envuelve a la perfección lo que ocurre en la película.

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