Cultura

Una novela, un camino

Carmen Palanco es rocianera de cuna, y es en su pueblo donde fragua su habilidad entre poetas y escritores de reconocido prestigio como el respetado y admirado Odón Betanzos y su mujer, Amalia Migues. Desde su adolescencia tiene una clara vocación por las letras que se traduce en la participación en talleres de poesía, editados por colecciones La Palmera.

A medida que va profundizando en la poesía y, por ende, en la escritura se vuelve más consciente de su cometido, reconoce en sí misma un cúmulo de inquietudes, pensamientos, sensaciones que, lentamente, le van pidiendo paso, quieren salir a la luz en forma de historia humana en El Camino de los Sauces de la editorial Onuba.

Ya, en su prólogo, recoge Manuel Garrido Palacios que la escritora se atreve con la piedra angular de la literatura que es la novela. Carmen Palanco es escritora y poeta, en palabras de Lorca, un pulso herido que ronda las cosas del otro lado. Ha comenzado su andadura con ésta, su primera obra, habiendo escogido un tema poco común o poco tratado en el género novelístico. El resultado ha sido un libro basado en el legado más grande que puede recibir el ser humano en su trayectoria vital; las relaciones. Son éstas, quienes nos moldean, nos aportan y sustraen, en esa búsqueda intensa que supone vivir.

El título no pasa desapercibido: El Camino de los Sauces. Quizás por mi deformación, o por mi manía absurda de llegar hasta el fondo de las formas, no quiero dejar de hacer unas reflexiones sobre el mismo. En la novela, el camino de los sauces es el espacio físico donde se produce algo metafísico. Hay una mezcla entre lo real y lo irreal, o en otros términos, entre lo material y lo inmaterial. De un lado, el camino es el lugar donde confluyen los pasos de las dos mujeres protagonistas en la historia: Carolina y Olvido, Olvido y Carolina. Ambas tienen como escenario de encuentro un camino que, en la propia etimología del término, va más allá de un sendero o un recorrido. Es el lugar por el que viajarán sin saberlo, hacia un espacio más abstracto, más recóndito que será el de sus propias vidas.

Afirmaba Cortázar: "Sólo en sueños, en la poesía, en el juego…nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos". Y, dejando atrás lo que fuimos o lo que fueron las protagonistas, se vuelven cómplices de sí mismas y consolidan una amistad en un corto tiempo, que se volverá eterna para ambas. El vocablo "camino" índica el medio, el modo, la forma de hacer algo. Por tanto, el recurso lingüístico está presente desde la propia concepción del título.

(…)"A la espalda de la residencia comenzaba un camino fácilmente transitable, con grandes bancos de piedra repartidos por sus orillas. El sendero quedaba amurallado por inmensos sauces, viejos gigantes llorones que balanceaban sus ramas tímidamente. Olvido abrió los ojos de par en par. Recorrió su cuerpo un escalofrío y de nuevo las emociones afloraron en ella como antaño lo había hecho. Era una mujer seducida por las emociones, amante de las pequeñas cosas. La entrada en ese paisaje era, sin duda, un sublime presente de su compañera de paseo."

Este fragmento descriptivo sobre el camino representa la huída de lo que el mundo impone sin haberlo deseado. La protagonista, Olvido, viene de vuelta de una vida experimentada que servirá como refugio a Carolina, una mujer que recién comienza a andar su camino, su forma de hacer. El escenario donde se fragua la amistad es una residencia de ancianos donde no se personaliza el trato, donde las personas pasan la fase final de su vida entre extraños y, sin embargo, este recinto frío le da la espalda al camino. Esta forma de cargar de simbolismo los lugares, hacen que el lector deba reflexionar en cada frase. Las cuestiones triviales alcanzan un estrado en el que, la escritora, nos invita a someternos a la crítica o al pensamiento de forma activa, consciente.

El camino no está solo. Tiene en su orilla, como índica Carmen, a los gigantes llorones; los sauces. Este árbol está cargado de una simbología especial. Además de la belleza que supone el elemento en sí, alcanzan un tamaño muy grande que, incluso, puede superar los veinte metros de altura. Quizás, la altura que exige la amistad consolidada a lo largo de la obra. A ello se une la presencia del agua, aparejada al crecimiento. En este sentido, quiero destacar que el agua siempre ha sido fuente de vida. En resumen, el camino no necesita más elementos estéticos, porque es puente de dos personas que se encuentran en puntos vitales distintos, pero que convergen en algo excepcional: compartir.

Inicialmente, el sendero sólo es conocido por Carolina, que desea compartirlo con Olvido, haciéndose partícipes de momentos íntimos, en los que le confiesa que en ese lugar viene los días en que se encuentra triste. El verbo "compartir" obtiene una dimensión emocional, donde las protagonistas llegan a entenderse y donde las inquietudes de una son las inquietudes de la otra. Es como si ambas se hubieran calzado los mismos zapatos. A lo largo de las conversaciones insertas en el libro, las surgidas en el camino de los sauces, obtienen un grado de intimismo y complicidad que trasciende y, además, serán los pilares fundamentales de la novela. Es una amistad simbólica absolutamente. .

Me detengo en las palabras que cierran esta obra: "(…) Se habían llovido en la sinrazón de un mundo vacío y lo habían llenado de primaveras. Carolina y Olvido habían quedado por encima del tiempo en aquel instante de despedida. Para la vejez del cuerpo se acababa el billete. Para la virtud de los sentidos comenzaba la eternidad. Se había quedado la vida en la juventud y la muerte en su ocaso, siendo esta la resurrección del alma donde el amor anida."

Las palabras adquieren en este punto álgido de la novela, una importancia consustancial a la propia vida de las protagonistas, una reflexión final de una historia llena de sentimientos, donde la escritora, perfila con su pluma a sus personajes desde el respeto, la dignidad y el amor multiforme. Un mensaje último, que pongo en relación con palabras de otros autores como E. Galeano, quien afirmaba que "la nostalgia es buena, pero la esperanza es mejor" y, puedo asegurarles que éste es un libro de esperanza.

'el camino de los sauces'

Carmen Palanco Editorial Onuba. 116 páginas. Narrativa.

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