Cultura

El manual del color de García Camacho

Es de agradecer que la Diputación de Huelva recupere la obra de los olvidados, de los ausentes. Hace poco pudimos contemplar lo que nos dejó Jon Castizo. Hoy, hace lo propio con Miguel García Camacho, pintor y escultor natural de Cumbres Mayores que se forjó artista en la Cataluña de a partir de los años cuarenta del siglo XX, tras una estancia en el Madrid de la República.

Confieso, habiendo vivido con posibilidades, que ya es delito, que poco o nada conocía de García Camacho. Dos líneas de aliño y alguna foto de sus obras adquiridas, creo, en algún libro listín telefónico del arte onubense del siglo pasado. Tras esa recompensa, nada.

La lectura que hacemos de las obras del pintor es bien fácil. De la exposición, de su selección, discurso y recorrido, como siempre que visitamos esta sala del Hotel París, compleja. Seamos sincero, muy compleja. Acudamos pues a lo que nos interesa, el descubrimiento de la obra de García Camacho.

De las 3.500 obras que el autor cumbreño ha donado a su localidad natal, se ha hecho una selección acolchada a las necesidades de una exposición investida con la rapidez que otorga una visión del legado, del pintor y sus circunstancias. Meritorio, sin duda, pero mejorable. La muestra supedita la lectura de su recorrido a tres secciones, dentro de la confusión de la sala. Leamos: pinturas, esculturas y la colección que García Camacho atesoró de otros. De esta parte no voy a dedicar línea alguna, entre otras cosas porque no dice nada, en su longitud menos que cero.

Las esculturas se someten a un riguroso canon académico, salpicadas de las hechuras modernistas y expresionistas que tanto aliñó y exportó con crédito Cataluña a España. Todo un hallazgo, sin duda, su labor escultórica, que nos convence más aún por la fuerza de un autor que antepuso la lección en el aula que el cortejo en las galerías.

Sus cuadros nos atraen por generosos y libres y nos distraen por su culto excesivo al manual, a la rapidez de la pintura como enseñanza y práctica. Son, en su mayoría, óleos con una visión engañosa de pastel, llenos de mujeres y de desnudos espléndidos que crispan el análisis por su alacridad, por la rotundidez del trazo, por el leve desenfoque de la perspectiva y, fundamentalmente, por la sorpresa apasionada del color con el que el pintor mira y siente al modelo.

Salvo obras de juventud, caso de su autorretrato, de un academicismo lacerante, y dos entrañables paisajes ¿serranos? con ascendencia cloissonista, muy en la línea de los noventayochistas liderados por Zuloaga, el resto, posiblemente todas ellas a partir de su jubilación como profesor en Barcelona, pertrechado de ganas de pintar, de explotar sin complejos, se entrega a un generoso y sincero homenaje a esa pintura catalana de sentimiento interior catapultada por los genios de Isidre Nonel y Picasso, con un tránsito decidido por los fauvistas de Matisse, donde no se descarta el descuello a esos corajudos del expresionismo patrio que lucharon en los años cuarenta y cincuenta, en plena dictadura cultural del general Franco, por un lugar donde la realidad fuera pasión y no épica, y donde el eco de Bueno, Vila Arufat, Serra Castellet o Aguiar es latente.

En todos sus retratos y desnudos, aliñados a la fuerza de un credo académico esponjeado de expresionismo normativo, García Camacho descompone las imágenes en planos de color relativamente uniformes, pero de fronteras imprecisas. Disocia color y dibujo sin caer en la provocación, gusta de usar colores puros, yuxtaponiéndolo con estridencia y prudencia, y, primordial, exige con rigor la doble vía de la espiritualidad y el impulso de la propensión emotiva, en aquello que Van Gohg decía que "me falta más valor para obedecer a los instintos que para morir en el campo de batalla". García Camacho, lo consigue, aunque a fuerza de hostigar en exceso la pauta del libro, de la norma escrita.

García Camacho compuso manuales artísticos para que los mortales practicáramos. Ahora tenemos 3.500 obras para que los ratones, comisarios del tiempo, no estampen sus firmas.

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