Libros | Carmen Ciria

Y sin embargo...

  • Carmen Ciria presenta esta tarde en la Biblioteca su último poemario

  • La poeta protagoniza a las 19:30 el acto del Centro Andaluz de las Letras

Carmen Ciria (Soria, 1950).

Carmen Ciria (Soria, 1950).

En una serie de retratos de artistas y escritores que el periodista Andrés Marín Cejudo fue publicando en El Mundo entre los años 2008 y 2010, de Carmen Ciria, una de las retratadas, se dice: “De todas las lecturas que Carmen Ciria ha hecho en su vida –y son muchas– tiene claro que se queda con dos obras de Herman Hesse, El lobo estepario y, sobre todo, Demian, con la que pudo descubrir su camino.”

Afirmó alguien que somos lo que leemos, y en lo que leemos se termina por producir con el tiempo una jerarquía de influencias y de preferencias que conforman una suerte de vasos comunicantes; no se sabe a ciencia cierta qué fue primero si el huevo o la gallina, si nuestra personal idiosincrasia nos fue llevando a ciertas lecturas o ciertas lecturas terminaron por perfilar nuestra personal idiosincrasia. Sea como fuere el proceso, lo que es cierto es que ese libro o esos libros que terminamos por designar como clave de nuestra vida, suponen una especie de radiografía de nuestro carácter, una identificación que nos delata, y, en el caso de los escritores, el libro que quizás hubiésemos deseado escribir.

Más que El lobo estepario, que es otra cosa, pienso que Demian podría ser muy bien un acertado referente para entender la obra toda de Carmen Ciria. Demian es la historia de una búsqueda, eso que se llama una novela-aprendizaje, el personaje central quiere entender el mundo, desbrozar el bien del mal, para llegar finalmente a una suerte de serenidad placentera, que termina por comprender que es algo que no está fuera sino dentro de él mismo.

Hasta ahora había publicado media docena de obras, todas de poesía: Espacios y distancias, La luz y el unicornio, Es la hora de la fuga, Amantes glaseados, Árbol de invierno y Bazar de horas, libros que de alguna manera han ido marcando los distintos estadios de un camino, de una búsqueda para desembocar necesariamente en Vidas tomadas.

Portada del poemario 'Vidas tomadas'. Portada del poemario 'Vidas tomadas'.

Portada del poemario 'Vidas tomadas'.

Grosso modo, en Vidas tomadas aparecen los mismos temas que en los libros anteriores –son pocos los temas de la poesía, de la literatura en general–, pero ahora desde una perspectiva nueva, a partir de una especie de reencarnación:

“Un esqueleto avanza por el desierto. No está perdido.

Desde lo solo,

Desde lo seco,

desde la intemperie

despacio se cubrirá con piel recién creada,

escudo del naciente corazón.”

Son varios los temas que se pueden rastrear en Vidas tomadas aunque el dominante sería la aceptación de la pérdida como principio de la armonía interior. En torno a este conflicto gira gran parte de los poemas del libro. En un grupo de ellos, el más numeroso, se repasan los obligados adioses; al mundo, a la carne, pero también al demonio, a los demonios, y, como decía Serrat en su canción, “al final del camino te esperó la sombra fresca”. No es la esperanza, es precisamente el hecho de no esperar lo que te proporciona finalmente esa serenidad.

Aparecen otros temas quizás más concretos, más de actualidad y muy del gusto de la autora. La situación de la mujer (“Los hombres se van” o “No quiero ser la sombra de tu sombra”). Una serie de homenajes a mujeres escritoras de vidas desgraciadas: Virginia Woolf, Jean Rhys, Isadora Duncan o Alfonsina Storni. El problema de la migración (“Aún con las gargantas” o “Con la sed de África en los ojos”) y la propia creación en “Luchar contra la escritura es combatir”.

La calma

Sorprendentemente –sus pinturas parecen desmentirlo– dejó escrito en su diario el desaforado e hiperbólico Delacroix que el ser humano “habría de comprender algún día que la calma es lo más importante de todo”. Y así parece entenderlo la autora: esas pérdidas sufridas y aceptadas con serenidad que constituyen el meollo del libro, dan como resultado un despojamiento que hace al ser humano más libre, más capaz de elegir su propio camino en una autonomía ética, una responsabilidad individual, un humanismo que conforma y da sentido a la vida, que nos instala en la calma: “Y sin embargo… me siento bien, preparada”. Con este verso rotundo cierra Carmen su libro.

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