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Las guajiras de Jerez

  • El segundo y brillante disco de David Lagos lo confirma como un intérprete inquieto, que no se conforma con el legado recibido sino que investiga en el presente y el pasado de lo jondo

Una de las gracias de este disco es esa mezcla perfecta entre espontaneidad y cálculo, riesgo y conocimiento, que revela. La voz de Lagos se ha matizado con los años, ha ganado en recursos y tonalidades y resulta más evocativa que nunca. Lagos ha querido ofrecer su versión del cante de Jerez y acordarse del Marrurro, Manuel Torre, El Gloria, Mojama, Isabelita de Jerez, Chocolate, Sernita y Sordera. Pero también de Chacón, Medina y El Garrido. Igualmente sólida pero plena de matices, la guitarra de Alfredo Lagos. Ritmo y melodía. De hecho las guitarras, la de Lagos y la de Santiago Lara, productor musical de la obra, suenan en este disco con una naturalidad encomiable. En la petenera de Medina el cantaor introduce matices muy bellos, dentro del estilo valiente y sentimental que se impone con las aportaciones de la Niña de los Peines y el propio Medina.

La guajira es una mezcla de los estilos de Escacena, en el carácter y el acompañamiento de guitarra, y anteriores a Escacena, en la melodía y la letra. En realidad es bastante fiel a la grabación de Medina, que registró junto a Ramón Montoya en 1910. Unos años antes la grabaron La Rubia y Juan Breva, con un acompañamiento de guitarra más tradicional y con la misma melodía, exactamente la misma, y letra. Lo cierto es que Lagos podría haber sido aún más radical manteniéndose completamente fiel a la guajira anterior a Escacena, de una riqueza melódica y rítmica que quedó sepultada 100 años pero que afortunadamente, los nuevos valores del cante, como Lagos, están recuperando en buena medida, gracias a los discos de La Rubia, El Mochuelo, El Pena, Juan Breva, Paca Aguilera, El Canario Chico y, ya en Jerez, Rafael Moreno y el propio Medina. Quizá sea ésta la razón de que el cante se cierre en este disco al ritmo de bulerías, porque la guajira de Rafael Moreno, grabada en el siglo XIX es, prácticamente, una guajira por bulerías. En una época en la que, por cierto, no existían las bulerías, al menos con este nombre. Pero quizá hubiese sido más revelador y radical, como digo, haberse mantenido fiel al espíritu pre Escacena.

Lo cierto es que la guajira es un estilo que está por redescubrir, tanto en su melodía y ritmo como en su baile: al final del siglo XIX era uno de los estilos con más variantes melódicas del acervo flamenco, reducidas hoy a prácticamente una, la mencionada de Escacena. La primera referencia a este cante es de 1860, como descubrió Gerhard Steingress hace ya 25 años, y está localizada en un teatro de Jerez. Pero, eso sí, muchos no se enteran todavía. Así que el haber grabado la guajira pre Escacena hubiese sido aún más revolucionario, y desde luego plenamente fiel al espíritu del disco y a la historia del flamenco: la guajira más primitiva debe ser la más jerezana, pues en Jerez se ejecutó por vez primera. En España. A veces la realidad es tozuda. Pero, por eso de que muchos no se enteran, y se creen que la historia de los últimos 50 años es la historia completa, es por lo que el productor de este disco, Carlos Martín, tiene que extenderse en justificar la inclusión de peteneras y guajiras en esta obra. Sólo con decir el nombre de Chacón hubiese bastado para registrar cuatro o cinco discos de "cantes jerezanos". Entonces, ya que la crítica va a surgir, inevitablemente, ¿por qué no ser del todo radical? Simplemente por fidelidad a Medina. Esta opción, desde luego absolutamente legítima, es la que ha adoptado David Lagos Lagos.

Con la soleá volvemos a la línea dominante actual en Jerez: Frijones, Carapiera y Agujetas, que Lagos hace con toda la convicción de un cante vivido, asimilado. Ritmo interiorizado y melodía que se dispara en varias direcciones emocionales. La malagueña es la referencia chaconiana más directa, por melodía y también por melancolía. Afortunadamente tenemos el modelo al alcance del oído merced a la labor de limpieza llevada a cabo por la discográfica Fonotrón. Como en el resto de estilos, Lagos no trata de emular a Chacón sino que, tomando la melodía original, la lleva a su terreno de voz fresca y contemporánea. Es la típica malagueña decimonónica, muy elaborada y de contenido gótico, que Lagos y Lara desarrollan sin sentirse obligados por el turbión rítmico del flamenco contemporáneo, es decir, sin tener que rematar por abandolaos. Una joya en la que, a la maestría de la composición, se unen la frescura y naturalidad en la interpretación. La seguiriya está sustentada con un gran impulso rítmico, de guitarra y de percusión, a la forma de Vallejo. Es la edad de oro del cante que se trasforma en el peripatetismo de posguerra de los fandangos del Chocolate y El Sordera. Las bulerías, a capela, y con un soniquete único, el de Jerez, y los pies frenéticos de Mercedes Ruiz.

El disco de Lagos es revolucionario, como digo, en muchos aspectos. Reivindicar al Garrido o a Medina, por no hablar de Chacón, es hoy en Jerez un acto polémico. La interpretación parcial y sesgada que algunos han hecho de la historia del flamenco, además de limitadora y contraproducente para este arte, esconde no pocos elementos segregacionistas. Este racismo es, entre otras, la razón de que un estilo tan bello como la guajira haya estado prácticamente olvidado durante 100 años. Hora es ya de redescubrirlo junto con otros muchos cantes que son parte de nuestro patrimonio y que nos han sido arrebatados por cuestiones de puro segregacionismo racial, como digo.

Si el primer disco de David fue un asombro, éste es la confirmación de un cantaor que se encuentra en plena disposición de sus facultades físicas, técnicas y una avidez de conocimiento poco frecuentes.

Mi retoque al cante jerezano. David Lagos. Producido por David Lagos, Santiago Lara y Carlos Martín. Edición del intérprete.

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