EL repentino fallecimiento de Paco de Lucía, en su plenitud y coronado como uno de los creadores musicales más universales de este país, alargará aún más su leyenda. Su muerte en la playa de México en la que le gustaba descansar junto a los suyos fue un duro golpe para todo el que lo conoció, y la reacción de autoridades, artistas y público en general, una clara muestra de su talla única y universal. Seguidor de la escuela de Sabicas y Niño Ricardo, en los años 70 Paco de Lucía sacó junto a Camarón el flamenco más rancio y casi analfabeto musicalmente hablando de los cuartos para proyectarlo al mundo entero. Pero, lejos de conformarse con dignificar el arte jondo y revolucionarlo en el fondo y en las formas, la inquietud del genio de Algeciras, tras decidir cada uno de ellos continuar su carrera por separado, le llevó muy pronto a unir su guitarra a otras tendencias con un elenco de lujo con el que giró durante años cosechando éxitos en los mejores escenarios del mundo. Esta experiencia, la quintaesencia de la música flamenca sin fronteras, le llevó a emparentar su guitarra con otras músicas en compañía de instrumentos como la flauta, la batería y hasta la famosa percusión que hoy forma parte del paisaje del arte jondo más clásico. Al reconocimiento unánime de la crítica y del público en general para con este flamenco de otra galaxia que abrió tantas puertas que otros han traspasado después, se unieron muy pronto el respeto y la admiración de artistas como Al di Meola, John Mc Laughlin y Chick Corea, con quienes compartió noches que han pasado a la historia de la música. Aun así, pese a todos los elogios, siempre fue humilde y discreto. El único flamenco que obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Artes y el Doctor Honoris Causa por las universidades de Cádiz y de Boston nunca llegó a creérselo del todo, aunque fuera consciente de su capacidad creadora. No en vano, su espíritu de superación fue un ejemplo a seguir por todos. Por más galardones y medallas que la Administración le haya concedido en vida, nada le llenaba más el alma que el resucitar con su guitarra cantaora un arte que todavía hoy está muy lejos de ocupar el lugar que merece, tal vez porque durante casi dos siglos estuvo arrinconado. Algo está cambiando, pero la industria cultural y el flamenco en las aulas como cualquier otra música universal aún hoy están en pañales por más golpes de pecho que se oigan cuando fallecen genios como Paco de Lucía. Y esto, lamentablemente, es así porque ayuntamientos, diputaciones y Administración en general no acaban de creer en el potencial del flamenco como fuente de riqueza y atractivo turístico y cultural de primer orden.

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