Cultura

La estrategia del mono

  • El Monkey Week afrontará su quinta edición con cambios para potenciar la vertiente profesional de su feria de la industria musical independiente

"Echa cuentas: 21% de IVA más 10% de SGAE. Los promotores de conciertos perdemos, de partida, el 31% del precio de la entrada. Y eso sin sumar costes de cartelería, sala y equipo de sonido. ¿Qué nos queda? Lo único que podemos hacer para intentar equilibrar los ingresos es organizar cada vez más bolos, aún sabiendo que el beneficio va a ser mucho menor que antes, cuando hacíamos menos fechas". Firma esta desoladora descripción del panorama el veterano agitador David Pareja, antaño manager de grupos como Pony Bravo y Las Buenas Noches y hoy al frente de la agencia Meridiana, pero podría suscribirla cualquier promotor nacional, grande, pequeño o mediano.

La criminal tajada del IVA cultural -era cosa avisada desde su implantación, luego contrastada por los indicadores de consumo- no sólo no incrementa la recaudación de Hacienda -¡y el 21% de cero es... cero!-, sino que de paso desarbola y pone en riesgo con sospechosa eficiencia cualquier iniciativa, asentada o en ciernes, relacionada con la programación de espectáculos, en particular, o con la industria de la música, en general.

Así las cosas, cada cual intenta salvar los trastos como puede, ahondado en la masificación y el esquivo, pero aún posible, patrocinio privado -un camino en el que Primavera Sound ha sabido moverse como nadie- o incluso invocando el recurso solidario del crowdfunding -ahí está la Fundación Festival Territorios, creada hace tiempo pero hoy visible como nunca-.

Ufff... Habría tanto de lo que hablar en las jornadas profesionales del próximo Monkey Week... Como otros previamente, el singular festival portuense, presentado en Madrid, altera su denominación misma para dar cabida al principal patrocinador del evento, Deezer, la empresa francesa de distribución musical en streaming, confiada en plantar cara a la sueca Spotify y hacerse con parte de su cuota de mercado. Perfecto: ése es el camino y en el Monkey lo saben desde hace tiempo.

Las inevitables alianzas, sin embargo, provocan (¿ineludibles?) paradojas. La quinta edición del festival, con fechas anunciadas para el 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre, vuelve a contar entre sus patrocinadores con la Fundación Autor de SGAE -la presentación del encuentro se llevó a cabo, de hecho, en el lujoso Palacio de Longoria, ese recordatorio megalómano de la era Bautista-, entidad de turbio pasado por todos conocido y presente aún no despejado de dudas. Baste recordar el reciente expediente sancionador incoado contra la entidad por la Comisión Nacional de la Competencia en referencia a "posibles prácticas restrictivas" en la gestión de derechos de autor. Dicho de otro modo: ¿a dónde va a parar ese 10% recaudado por la sociedad de cada entrada de conciertos vendida en este país? ¿Por qué se intenta imponer por defecto a repertorio ajeno a la SGAE? ¿Retorna realmente a los autores extranjeros en función de convenios con las equivalentes sociedades internacionales? ¿Retorna de manera fidedigna a los autores nacionales? ¿Por qué cuando el concierto es gratuito se cobra sobre el coste de la producción?

La apertura del expediente, claro, "no prejuzga el resultado final de la investigación", explica la CNC, pero arroja pistas sobre la tortuosa relación entre la entidad y los promotores, tan soliviantados, y esquilmados, que denunciaron el caso en 2005. Vale: la causa fue desestimada en un par de ocasiones y el asunto parece haberse suavizado, pero Competencia sigue observando "indicios de infracción" y de "abuso de posición de dominio". De ahí el expediente.

¿Se hablará de este asunto en el Monkey Week? ¿Se pedirán cuentas a quienes, con razón, condenan la subida del IVA como un mazazo sin sentido pero, al mismo tiempo, ponen en práctica unilateral medidas igualmente sangrantes? Estaría bien, aunque el perfil de las mesas redondas y conferencias de este año será otra de las cosas destinadas a cambiar, esperemos que para bien, en el festival del Puerto de Santa María.

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