Cultura

En la cima clásica

  • Versus saca al mercado, en una edición doble, el 'Juan Nadie' de Frank Capra, el primer filme independiente del cineasta

Es más que posible que, como algunas voces críticas apuntan, Frank Capra sea uno de los grandes cineastas clásicos olvidados, o, si no olvidados, sí superficialmente recordados, consideración a la que posiblemente haya ayudado bastante su reducción a realizador navideño debida sobre todo al machacón pase televisivo de ¡Qué bello es vivir!(1946), una de sus películas menos sugerentes. A Capra quizá sea necesario reivindicarlo desde mucho antes -en especial en los años que van de 1929 a 1933, es decir, inmediatamente antes de la constitución de la norma censora Hays-, en un viaje al pasado muy útil para comprender las futuras mutaciones del cineasta. Allí la crítica social es mucho más amarga, y los desesperados y acorralados no encuentran quien les haga recapacitar antes de ejecutar el gesto suicida -así le ocurre al general Yen en la que, así nos parece, es la mejor película que jamás le hayamos visto a Capra, The bitter tea of General Yen (1933), filme complejo y demoledor; o a la protagonista de la no menos impresionante Ladies of leisure (1930), a quien, aunque luego salvarán in extremis y en contra de su voluntad, vemos saltar al oscuro océano desde un transatlántico en una toma alérgica a la invisibilización clásica-. Allí el humor y el melodrama ya convivían, pero el primero se atragantaba en no pocas ocasiones -como con el padre judío de The younger generation (1929)o el impulsivo feriante de Rain or shine (1930), otro filme magistral y digno de ser recuperado-, y el segundo, a veces, parece ejecutado por un melancólico manierista -en la mencionada Ladies of leisure o Forbidden (1932), rodada, curiosamente, el mismo año que la gemela Back street de John M. Stahl-.

Si ahora cerramos los ojos y los abrimos en 1941, frente a Juan Nadie, la primera película que Capra y su correligionario Robert Riskin rodaban de manera independiente (arriesgando ambos capital y sin contar con un guión del todo cerrado), no encontraremos al principio grandes diferencias: la preocupación social ante una Norteamérica a la que desangran las desigualdades y que es enfocada desde una ironía que pretende poner al sistema en entredicho, pues aquí sólo la mentira interesada (la de la periodista, la del ex jugador de béisbol, la de los poderosos) parece capaz de poner, con distintos fines y resultados, la maquinaria del cambio en marcha. Todos estos personajes terminarán en la cima de un rascacielos, temerosos, por razones distintas, de que el John Doe que crearon cumpla su palabra y salte al vacío como protesta por las desigualdades del mundo y como única redención posible ante su fallida aventura de mesías de la transformación social. Según se sabe, Capra y Riskin rodaron hasta cinco finales distintos, angustiados ellos mismos por no saber qué fin podía tener una película sin un punto de fuga aparente, sin una síntesis satisfactoria. En esa cima se termina hablando de la Navidad y de Jesucristo, pero lo que logra abortar el suicidio de John Doe no son sólo las creencias, sino sobre todo las presencias físicas: la de la mujer amada y las de un grupito de esa gente corriente que aún sigue pensando que merece la pena invertir en mejoras humanas. El melodrama urbano de Capra desde El secreto de vivir (1936) continúa con la apuesta clásica que iniciara poco antes el western, es decir, con la necesidad, a contracorriente con el siglo, de alimentar el símbolo legal y democrático: contra el gusto totalitario por las coreografías uniformadas y los silbatos que ponen en alerta a las policías privadas.

Director Frank Capra. Con Gary Cooper, Barbara Stanwyck, Edward Arnold, Walter Brennan, James Gleason, Ann Doran. Versus.

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