rocío márquez. cantaora

"El arte tiene que estar vivo y tiene que ser hoy, con sus aciertos y con sus errores"

  • La onubense reafirma su apuesta por actualizar el flamenco tras la excelente acogida de su último disco, 'Firmamento'

  • Compromiso y coherencia marcan su discurso artístico y personal

Rocío Márquez posa en uno de sus lugares favoritos de la capital onubense: la plataforma superior del Muelle de la Rio-Tinto Company.

Rocío Márquez posa en uno de sus lugares favoritos de la capital onubense: la plataforma superior del Muelle de la Rio-Tinto Company. / fotos: josué correa

Ser mujer, tener conciencia y ser consecuente. Es la definición de una amiga, Esther Regueira, a la que alude para hablar de su feminismo militante, razonado y coherente. Pero también sirven estas palabras para hablar de su condición de artista flamenca. Rocío Márquez es cantaora, tiene conciencia de ello y actúa en consecuencia. La onubense tiene un talento único, realmente desbordante; tiene una capacidad virtuosa, con un don que ha sabido aprender, educar y perfeccionar. Y sobre todo lo maneja con honestidad y valentía. No se arredra ante nadie. Nunca ha perdido el respeto máximo por lo que hace. Tampoco por sí misma como persona y como artista. Por eso es honesta consigo y con los demás. Y por eso no le vence el miedo, por más que reconozca dudas antes de adentrarse en nuevos caminos. Pero a cada paso gana seguridad con la confianza que sólo le da actuar conforme a lo que cree, afín a sus pensamientos y sentimientos, siguiendo la dirección que le marcan las cosas que le remueven la conciencia, las que le motivan.

"De un tiempo para acá, no me apetece cantar nada que esté vacío. Con la que está cayendo, no estamos para ponernos palabras bonitas que no significan nada. A mí no me apetece, por lo menos".

Me hace muy feliz que alguien me diga que ha empezado a escuchar flamenco por un disco mío"

Rocío Márquez (Huelva, 1985) tiene un nuevo disco desde mayo. Firmamento es su nueva apuesta, siempre valiente, por el flamenco que entiende. Coherencia siempre. Antes de que saliera a la venta ya se cerró esta entrevista. Mejor un mes después para hablar con perspectiva, para analizar si había razón para el miedo. Ahora la percepción es otra por el otro lado. "Que se me acerque alguien para decirme que no ha escuchado flamenco en su vida y que con un disco mío ha empezado a hacerlo, me hace la persona más feliz del mundo. Es uno de los objetivos, aunque realmente no lo hago por eso. Lo hago como una necesidad personal, pero sí es cierto que es una de las consecuencias más bonitas que pueda tener cualquier propuesta que una haga".

Firmamento no es un álbum fácil. Tampoco lo fue El Niño. No lo es para quien está acostumbrado a escuchar de Rocío las formas más tradicionales. Renunciar a la vestimenta habitual, prescindir de la guitarra, de las palmas, y acompañarse de piano, saxos y percusión, no es producto que esté al alcance de cualquiera. De cualquiera que tenga prejuicios en vez de oídos. Y la cantaora lo sabía.

"Tenía miedo a perder lo ganado, ese tipo de público que sabes que ya tienes en festivales, en peñas, que ha ido a verme a concursos. Tampoco sabía si ganaría por otra parte porque a lo mejor esto tampoco le llegaba a nadie. Pero cuando haces algo así es porque te parece interesante, aun sin saber qué recibimiento va a tener".

El miedo se vence con fidelidad a los propios principios. Y la onubense trata de que se imponga ante todo una "sensación muy buena" que le deje el proyecto que vaya a afrontar. "Más que el temor te puede más algo que te motive".

Con los tres músicos de Proyecto Lorca, Daniel Marente (piano), Juan Jiménez (saxos) y Antonio Moreno (percusión), le pasó algo así. Todo empezó con un encargo del Teatro Real para acompañar la programación de la ópera de Mauricio Sotelo El Público, de Lorca. "Me sorprendió que fuera la primera vez que actuaba con ellos y me sentía en el escenario como si lleváramos toda la vida tocando juntos. Muy cómoda y a la vez descubriéndote en maneras en las que no te conoces tanto".

Rocío habla de "la adicción de los artistas" sobre "esa tensión de que te estás viendo en una que no te has visto antes". "Hay un momento que realmente voy buscando. Estás en la cuerda floja e igual puede surgir algo maravilloso que la puedes liar parda". De ahí que diga dejarse guiar por las sensaciones, de un modo no siempre premeditado. Porque en la búsqueda, a veces, asegura, "es más complicado llegar a encontrarse".

Ya con El Niño, Rocío Márquez la lió pero para bien. Entonces, en ese espectacular homenaje a los cantes de Marchena, se alió al otro lado con un referente del pop nacional, Raül Refree, productor para esa exploración con que la onubense llevó el flamenco al universo indie patrio. Y se acompañó de Pepe Habichuela en el escenario del Primavera Sound hace dos años, compartiendo cartel con Antony and the Johnsons, Patti Smith, Belle & Sebastian o The Strokes. Ahora ha golpeado de nuevo Firmamento a los trasnochados defensores de la ortodoxia flamenca. Los mismos a los que chirriará que aparezca en la portada de la principal revista española de pop y rock o que haya sido anunciada hace unos días como parte del cartel del Monkey Week, festival para ese otro público en la Alameda de Hércules sevillana.

Qué es el flamenco y cuál debe ser el referente de la llamada ortodoxia, es la reflexión a plantear, cuando hace cien años había un sonido distinto. "No puedes darle la espalda a la realidad. No puedes continuar un discurso de hace un siglo y pico porque era maravilloso. Es absurdo querer aferrarse a algo que ya pasó. Por supuesto, eso no quiere decir que no haya que conocerlo, que no haya que respetarlo y que no lo utilicemos como cimiento. Por supuesto que sí. Pero como punto de partida, no como punto final".

Lo escribió la propia Rocío para cerrar esas excepcionales alegrías de la parte final del disco, Voces: "Y la casa sin barrer, antes malo conocido que bueno por conocer". Porque, apunta, "es la sensación a todos los niveles: hay un miedo enorme, pero enorme, a todo lo que sea cambio".

En el caso del flamenco, de la autenticidad a la que algunos la enfrentan, no debe haberlo. "Ese miedo a la pureza desde los inicios se pierde", asegura con perspectiva. "El arte tiene que estar vivo y tiene que ser hoy, con sus aciertos y con sus errores, pero hoy. Y dejarle que continúe andando".

Cuenta que como espectadora tuvo un momento "de buscar espectáculos que me daban placer inmediato porque eran muy efectistas, muy de subidón". "Eso me encantaba antes pero ahora mismo no me interesa en absoluto. Prefiero salir de un sitio revuelta, llevarme tres días dándole vueltas a la cabeza o a la barriga, pero que algo me toque de verdad y que me toque profundo, que no sea superficial. Ya para superficialidades tenemos muchas cosas".

Ahora está en un punto de pensar que "el arte está precisamente para transmitir pero a un nivel profundo que te remueva, que te haga pensar y te haga sentir". Lo importante, dice, es esa coherencia personal, transmitida a la expresión artística. "Los más conservadores hablan de pureza. Éste es mi sentido de la pureza: dar lo que tengo. Para mí sería mucho más impuro ponerme a reproducir un cante como un papagayo, aunque a ellos les pareciese más puro".

Para este disco, Rocío no sólo ha tirado de composiciones propias, como los delicados temas con los que empieza, El primer rayo de luz y Gritos sordos, o las mineras Tierra y centro y esa sensacional Voces. A la poeta María Salgado le encargó escribirle unos fandangos sobre las balsas de fosfoyeso de Huelva y salió Son flúor tus ojos, con estribillo por Encinasola, enlazando con el folclore lorquiano en el que se asienta el proyecto.

"Me apetecía decirlo pero con una palabra externa que me facilitara un poco esa claridad, sin que me condicionara", cuenta sobre esa extraordinaria visión de las montañas fluoradas del Tinto. "Yo soy la primera que siento Huelva de corazón. Es mi tierra y está mi gente pero creo que hay que decir muchas cosas más. Es maravilloso tener una visión localista que de alguna forma enaltezca lo que tenemos. Me apunto a ese carro. Pero también si puedo decir claramente lo que opino de las cosas que hay que ir cambiando. Tener una visión un poco más crítica nos ayuda a ir mejorándonos como personas, como pueblo, como grupo a todos los niveles".

El flamenco es "la voz del pueblo" y tiene un sentido muy reivindicativo desde sus orígenes. A ello apela también con Almendrita, que escribió para ella otro gran referente del pop nacional, Christina Rosenvinge, con referencias necesarias al machismo. También en el flamenco, subraya, como en el resto de la sociedad. Como a veces pasa desapercibido en pequeños detalles. Y le han atacado duramente por hablar de ello, pero lo tiene claro: "Si ser feminista es querer la igualdad entre un hombre y una mujer, yo lo soy. La igualdad, no la supremacía ni ninguna locura. Sólo pedimos igualdad".

No ha sido premeditado que todas las letristas del disco sean mujeres. También Santa Teresa de Jesús o Isabel Escudero, a la que admiraba y que falleció poco antes de poder mostrarle el resultado de las adaptaciones de sus versos. No es más que una conexión con su pensamiento; el que le hizo recurrir a ellas y el que las asumiría como propias con satisfacción.

En estos momentos en los que triunfa echa también la vista atrás y recuerda sus comienzos en las peñas ("me flipan", dice) mucho antes de que empezara a triunfar. Y reconoce también la contribución que han hecho en tantos como ella.

"Huelva está en un momento increíble para el flamenco. Los focos grandes de artistas están ahora mismo en Huelva y en Jerez. A la gente fuera le llama mucho la atención y pregunta qué ha pasado aquí. Hubo una generación que nos dedicó mucho tiempo y ha hecho que saliera muchísima gente cantando muy bien. Es un momento muy bonito", asegura, agradecida siempre: "Nos han echado más horas que un reloj".

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