ARTE por María Pérez Mateo

El arte, como la vida, sigue siendo igual

  • La obra de este pintor es una bocanada de agradable pulso que congela con suficiencia paisajes, bodegones y marinas

Días atrás paseaba por Huelva vespertina casi nocturna dejándome asaetear por los mosquitos de toda la vida, esos que creemos matar pero viven para matarnos tras reencarnarse en mosquitossiguenigual.com y recordarnos que la vida, más que una ilusión de futuro, es una fotografía vintage con perfume a naftalina.

Como siempre que puedo, busco mariposas expositivas y, a menudo, me encuentro mosquitos francotiradores. De tamaños varios. De intelectos, eso sí, mosquiteros. Pero de gran precisión. Con mucha mala intención. A la mayoría conozco. A los mosquitos. Por los años de convivencia. Lo malo es que a las exposiciones… también. Por los años de infortunio.

En los soportales izquierdos (no podría ser de otra manera) de la Gran Vía encontré una excusa para dirigir una instancia. No, no piensen mal. No era para protestar por la profusión de exposiciones en la renacida sala de la Diputación. Los siete cuadros siete tienen que durar hasta que la remocen de nuevo. El dinero está para gastar, qué leche. Siete eran las hijas de Elena… De Elena y de pena, penita pena. La estancia era por la proliferación de mosquitos, que no son iguales que los Misquitos, intelectuales morados de la abdicación. Resulta curioso que los que protestan por la abdicación y la sucesión no se miran al espejo. Si los electos y los elegidos por los electos abdicaran y no se sucedieran, la vida no sería igual. Mucho mejor. Sin duda.

Tras la estancia con instancia en el Gobierno de la provincia para comprobar que la vida sigue igual, marché a Casa Colón a la búsqueda de más mosquitos y mariposas. Allí los había (mosquitos) de todos los colores. Y olores. Algunos con unas intenciones republicanas que daban miedo. Y risas. Tantas como las que producen los olvidadizos y los advenedizos, los chaqueteros, que son falange, y los ignorantes románticos, que son Marx de la cuenta. Moda que te crie. Allí, en esa Casa Colón que la vida más que seguir igual es estampa mohína, yerta y ataráxica, me topé por flor de la serendipia con un regalo de la vida sigue igual.

La vida sigue igual se puede traducir por laxitud, dejadez o conservadurismo. Pero también, felicidad. Eso, felicidad, felicidad armada de regusto secular por la pintura de lo 'bien hecho' es lo que me encontré en la Casa Colón gracias a la obra de Esteban Aparicio Mansilla.

A simple vista, la obra de Mansilla es una bocanada de agradable pulso que congela con suficiencia paisajes, bodegones y marinas sacados de una galería o tienda de arte a buen precio de cualquier ciudad importante española. Pintura de colgar, pintura de gustar. Pintura de siempre. Pintura con barniz de los almanaques de ERT. Pintura de academia, pintura donde el tiempo no se detiene, se agarra a la rectitud escolar y espiritual de cualquier tiempo pasado fue mejor.

Y lo dicho hasta el momento de Mansilla ruego no se interprete como una negativa a su obra. Todo lo contrario. Me parece que su pintura no es solo un ejercicio solvente de saber plasmar en un lienzo una imagen reproducida o ideada, sino una valiente demostración de que la vida puede seguir siendo igual si la honestidad y el compromiso vencen a la estolidez, la falsedad, el oportunismo y la inaptitud.

Mansilla, del que jamás había oído hablar, me ha enseñado que la realidad puede no ser realista y que el realismo puede ser realidad. Su obra pellizca más lo que se siente al plasmarla que lo que se ve al sentirla. Todo ese rosario temático de paisajes, naturalezas muertas y marinas son imágenes de las imágenes, algunas, imágenes de las imágenes imaginadas, pero todas están impregnadas por la seriedad y la fe, la voluntad y la superación, el entusiasmo y el amor por hacer las cosas como 'Dios manda'. Hay tanto de Dios en fe, y fe en Dios, que sus interpretaciones son débitos alcanzables.

He encontrado, por esta manía que una tiene de tomar referencias, indicadores e invariantes de cada obra o de cada acto de la vida, ineludibles ecos y débitos que en algunas ocasiones son reproducciones de otros autores. Lo que más me ha alegrado es la referencia explícita e implícita a un autor víctima del olvido e hijo de 'la vida sigue igual': Domingo Delgado. Hay paisajes dunares de la Huelva más atlántica y paisajes acantilados de la Portugal más vicentina que gritan que por mucho que el tiempo vuele hay hojas del calendario que permanecen. Y viven felices en los cuerpos de otros. Otros que hacen que el tiempo, además de crecer, se alimente del pasado.

Mansilla me ha hecho pensar que la vida sigue igual no es una frase maquetada, ni una canción tatuada en el consciente colectivo… Es la vida. Es el arte. La vida siempre, porque la vida sigue siendo igual aunque sea distinta cada día. Es el arte. Pan nuestro de cada día.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios