obituario

El adiós de un maestro silencioso

  • Cartaya despide al guitarrista José Pérez Ramblado, genio autodidacta admirado por Paco de Lucía

  • Cambió la sonanta por el mar pero nunca dejó de moverse entre las seis cuerdas

José Pérez Ramblado El patrón de Cartaya, en una entrevista de sus últimos años.

José Pérez Ramblado El patrón de Cartaya, en una entrevista de sus últimos años. / j. landero

Cartaya despidió ayer por todo lo alto a José Pérez Ramblado, conocido en el mundo artístico como El Patrón de Cartaya, que con 89 años falleció en su casa de la localidad costera, y quien, casi de forma anónima, ha sido uno de los grandes de la guitarra española. Llegó a tocar para grandes del flamenco como los hermanos Toronjo, los hermanos Reyes, Marisol, Manuel Pareja Obregón o el mismísimo Paco de Lucía. Pero murió de forma humilde y silenciosa, tal como vivió, ya que como manifestó en su última entrevista, concedida a un medio local en agosto del año pasado: "Nunca ambicioné fama ni dinero y sólo tocaba porque me gustaba".

Hay artistas, incluso genios, cuyo trabajo no se reconoce por el gran público hasta después de su muerte. Y esto precisamente es lo que podría suceder a este guitarrista cartayero. Aunque el mundo del flamenco siempre ha reconocido la labor de este artista que, siendo patrón de pesca, aprendió de forma totalmente autodidacta, "de oídas", a tocar la guitarra siendo sólo un chaval.

Pero los avatares de la vida le llevaron a dejar los escenarios y los estudios de grabación justo en el momento en el que probablemente hubiese saltado a la fama junto con los hermanos Toronjo, Manolo Pareja Obregón, los hermanos Reyes o el mismísimo Paco de Lucía, que incluso le rogó que no lo dejara porque tocaba "como los ángeles" a pesar de sus "dedos porrúos".

El maestro de maestros le pidió que se quedara con él en Madrid cuando José Pérez Ramblado decidió hacerse de nuevo a la mar. Manolo Pareja Obregón (muy vinculado a El Rompido), quien lo introdujo en el mundo del espectáculo y a quien le unió una fuerte amistad, dijo que Pérez Ramblado tenía el "mejor pulgar" que nunca había escuchado tocar una guitarra.

Ignacio Palacios Esteban le dedicó un capítulo entero en su libro Reflexiones y rutas pesqueras publicado en el año 2010 por la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía. Resumió la vida de Pérez Ramblado: "Fue aguerrido hombre de mar y famoso guitarrista. Esta doble condición, o si se quiere, estas dispares vocaciones, son las que hacen de su vida una historia subyugante".

Según la narración de Palacios Esteban, José formaba parte de la tradición marinera de Cartaya. Su familia y la de su mujer eran de la mar. Su padre, José Pérez Franco, y su hermano Juan fueron reconocidos patrones de pesca. Con su hermano compartió el puente de mando de muchos pesqueros. Su mujer está emparentada con la familia Landero, cuyo padre, Juan, también fue un famoso patrón de pesca de los años cincuenta. Embarcó con su padre de aprendiz a la temprana edad de 13 años y cuando ya poseía experiencia suficiente, tras cumplir el servicio militar en la Marina, estudió en la Escuela Media de Pesca de Cádiz, donde obtuvo el título de Patrón de pesca de altura.

Trabajó como patrón de costa en aguas de Tapfanet (Marruecos) y en las embarcaciones de la merluza negra de Cabo Blanco. A finales de los setenta embarcó en los buques congeladores de marisco realizando campañas de hasta seis meses en los mares de Senegal y Angola. Hasta que en 1982 se jubiló para residir desde entonces en Cartaya.

Según prosigue el relato de Palacios Esteban, El Patrón de Cartaya, "junto con el sextante, embarca su guitarra". "El sextante le ayudaba a encontrar el caladero; la guitarra a encontrarse a sí mismo". "En Cartaya -añade- se dice que no le interesaba trabajar como patrón de pesca, profesión que exigía una dedicación que no le dejaba tiempo para la guitarra. Por eso durante la mayor parte de su vida profesional embarcó como patrón de costa. De este modo pudo alternar su profesión marinera y su dedicación a la guitarra".

Su vocación artística y musical fue también prematura, ya que contaba que con apenas seis años, cuando todavía no eran frecuentes las radios, se sentaba en una esquina de la escalera de entrada a una tienda de la calle San Sebastián de Cartaya para escuchar guitarra.

Un día que se encontraba en Huelva escuchó a un guitarrista en la calle y comentó a un familiar que le acompañaba que la guitarra estaba desafinada. "Sin conocimientos musicales afinaba guitarras, templando sus cuerdas con una sensibilidad musical inusual para su edad", escribió de él Palacios Esteban.

Posteriormente, de la mano de Manuel Pareja Obregón, su gran amigo, entonces cantaor, pianista y compositor de renombre, se introduce en el mundo flamenco y perfecciona sus conocimientos musicales.

A partir de ahí grabó discos con conocidos grupos flamencos como Hermanos Reyes, Los Rocieros de Huelva, Los Marismeños, Los Duendes, y con famosos cantaores como Campuzano y El Sevillano. Acompañó con la guitarra a Marisol en su primer disco, Y se amaron dos caballos, mire usted qué maravilla. Su última grabación fue para los hermanos Toronjo.

Siempre según el relato de Palacios Esteban, en 1969 se trasladó a Madrid de la mano de Manolo Pareja, donde durante año y medio trabajó en la Corral de la Morería con Félix de Utrera y Lucero Tena. Allí trabó amistad, entre otros, con Paco de Lucía, y tocó para Isabel Pantoja.

Pero por motivos personales pronto regresó a su Cartaya natal y a la mar. José Pérez, junto con El Pollo (tamborilero), son los dos artistas de flamenco más importantes de estos últimos años en Cartaya. Ambos colaboraron, cada uno en su especialidad, en la composición de la famosa Salve Rociera, junto con Manolo Pareja, autor de la música y la letra.

José Pérez, que conservó hasta sus últimos días perfectamente su memoria, a pesar de su edad recordaba miles de anécdotas, entre las que destaca que aprovechó su estancia en Cádiz mientras estudiaba en la Escuela Media de Pesca, para perfeccionar sus conocimientos de guitarra. Allí conoció al que sería gran amigo, Félix de Utrera.

Según prosigue el libro de Palacios Esteban, Perico de Cádiz no se creía que un patrón de pesca tocara la guitarra con arte. Cuando le oyó, exclamó: "¡No sé si habrás cogido en tu vida un boquerón, pero la verdad es que tocas la guitarra mejor que tu puñetera madre!".

Pero si algo caracterizó a José Pérez fue su modestia, y prueba de ello es que nunca ambicionó dinero o fama, aunque tuvo sobradas ocasiones para ello. Siempre prefirió hacerse a la mar, lo que le permitía vivir dignamente y, a la vez, dedicar tiempo a la guitarra.

También fue corta su actuación en los escenarios; disfrutaba más en las reuniones y saraos de amigos y nunca se acostumbró a tocar en público y con grandes audiencias. Grabó discos y compuso música y letras que nunca registró a su nombre. No hizo de su arte una profesión ni un trampolín para saltar a la fama. En definitiva, creó arte para compartirlo con los suyos.

Pero junto a su modestia hay que destacar sobre todo su gran calidad humana, que desbordaba su talento artístico. En esas reuniones de amigos, y en los saraos, siempre fue el centro de atención, no sólo por su arte sino también, y sobre todo, por su simpatía y gracia andaluza, concluye el relato de Palacios Esteban.

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